«Tomó, pues, el Eterno Elohim al humano y lo puso en el jardín de Edén, para que lo trabajase y lo guardase.
Y el Eterno Elohim mandó al humano diciendo: ‘Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás.’
Dijo además el Eterno Elohim: ‘No es bueno que el humano esté solo; le haré una ayuda idónea.’
El Eterno Elohim, pues, formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría. Lo que el humano llamó a los animales, ése es su nombre.
El humano puso nombres a todo el ganado, a las aves del cielo y a todos los animales del campo. Pero para Adam / Adán no halló ayuda que le fuera idónea.
Entonces el Eterno Elohim hizo que sobre el humano cayera un sueño profundo; y mientras dormía, tomó uno de sus costados y cerró la carne en su lugar.
Y del costado que el Eterno Elohim tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre.»
(Bereshit / Génesis 2:15-22)
Dios dio los árboles del huerto del Edén para alimentación del humano, aunque le prohibió comer del árbol del conocimiento, del bien y del mal.
Había comida “kosher”, apta, permitida, lícita para el humano y otra que no lo era. Lo prohibido para él, quizás serviría para alimento de otro ser vivo, pero para el hombre no era admisible servirse de ese producto no kosher, porque esa era Voluntad de Dios.
¿Por qué?
Porque esa era la Voluntad del Eterno.
Dios anunció que no es bueno que el humano esté solo, sino que precisa vivir acompañado por la persona que es idónea, que es aquella que funge como contraparte efectiva.
Había a su alrededor multitud de otros seres vivos, de variadas formas y colores, atractivos o repulsivos, amistosos o lo contrario; ninguno de ellos era el adecuado para ser su pareja.
Estaban por fuera de su límite permitido, en lo que a relación “romántica” (en todo su amplio espectro) se refiere. El humano podía estudiar las especies vivas, hacer uso de ellas, darles finalidades que le fueran provechosas y no lastimaran innecesariamente el ecosistema, pero… no, esos seres vivos no eran kosher para ser su pareja.
Había una que era la adecuada, aquella que lo completaba como persona, esa que podía ser vivida como “mi media naranja”. No como una cuestión mística o mágica, sin rocambolescos cuentos cabalísticos o cabalisteros, sino simplemente porque hacía surgir en cada uno de los dos lazos de unión con el otro, les brotaban ideas y sentimientos únicos que los vinculaban con ese otro especial.
Sí, al menos estas dos funciones vitales de toda especie estaban contemplados por el Eterno en este párrafo.
Al rato, cuando comieron lo que no debían (¿seguro que fue asi?), huyeron de su responsabilidad, inventaron excusas, faltaron a la verdad, fueron indolentes en sus obligaciones, no comunicaron auténticamente con el Eterno Elohim, y otras cositas más, debieron hacerse cargo de las consecuencias de sus actos:
«A la mujer dijo: -Muchísimo sufrirás en el embarazo; con dolor parirás hijos. A tu hombre será tu deseo y por esto él te dominará.
Y al hombre dijo: -Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: ‘No comas de él’, sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.
Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás.»
(Bereshit / Génesis 3:16-19)
Aquello que era idílico, propio del paraíso, se corrompió.
Ya la relación especial con la pareja estaba teñida por otras cuestiones, donde entraban a jugar pulseadas de poder, jugarretas manipulativas, dolor, angustia, soledad, dudas, indecisión, pérdidas, entre otras cosas no tan maravillosas.
Y el comer ya tampoco sería sencillo, armonioso, saludable, agradable y otro montón de cosas negativas en torno a la satisfacción de esta necesidad básica.
Entonces, ¿qué aprendes para tu vida cotidiana de esa lección?