Reé es la cuarta porción de Devarim/Deuteronomio (11:26-16:17).
En ella se enumeran nuevamente reglas promulgadas anteriormente en la Torá, a veces para brindar mayor detalle y amplitud a la prescripción, en otras para afianzar su cumplimiento.
Recordemos que Moshé se está despidiendo de los israelitas y quiere dejar bien claro el camino que deberán continuar luego de afincarse en la tierra de Israel, cuando pasen a vivir independientes de la guía directa y ostensible del Eterno. Porque, durante el trayecto en el desierto, estaba Moshé liderando; tenían manifestaciones concretas de la Presencia de Hashem; disfrutaban de milagros palpables constantes; si surgían dudas en el cumplimiento de una ley, allí estaba Moshé para encaminarles. Pero, en unos días quedarían -casi- por su cuenta, de a poco iría cediendo la manifestación de los milagros, las evidencias visibles del Eterno se irían ocultando, deberían ir tomando decisiones por ellos mismos para lo cual, era necesario estar correctamente educados y ser poseedores del código (Torá) y de métodos para aprender de él y aplicarlo.
Podemos ejemplificarlo con un padre dando las últimas instrucciones a sus hijos que ya han crecido y están a punto de salir del hogar paterno para formar sus propias casas en una región distante. Han sido educados durante un lapso considerable de tiempo, es de suponer que correctamente, pero igualmente el padre desea reforzar las enseñanzas, ultimar detalles, brindar ánimo, mantener fuerte el vínculo que los une más allá de tiempo y distancia.
¿Cuáles te parecen que serían las últimas instrucciones o los consejos que serían útiles dar y recibir en tal situación?
No es casualidad, entonces que al comienzo mismo de la parashá Moshé, como representante del Eterno, presenta dos opciones a los israelitas: seguir las leyes de la Torá para gozar de una buena vida, digna, plena y floreciente; o abandonar las leyes y pasar entre oscuridad y vacilaciones.
¿Por qué te parece que sea éste el planteo de Moshé?
Luego, encontramos en la parashá el mandamiento de construir el Templo, una vez que tomen posesión de la Tierra de Promisión. De acuerdo a los modos de la época, serviría para que se realizaran exclusivamente allí los rituales y sacrificios. Sin embargo, la idea central era que funcione como centro espiritual único y unificador, que refuerce la identidad judía y la hermandad entre las diferentes tribus. Un Dios, un templo, un rey, una nación, una Torá, una tierra, todos unidos y en paz. Esta unidad facilitaría alcanzar ese apego a las leyes con las consecuencias positivas mencionadas y otras más.
¿Podrías sugerir motivos para esta afirmación?
Sin embargo, eran muchas y diversas las amenazas para esta situación ideal.
El egoísmo de las personas, rivalidades por poder entre los dirigentes, rencillas por orgullo entre las tribus, la seducción de la idolatría con sus múltiples ofertas generalmente atractivas y desenfrenadas.
¿Se te ocurren otras más?
Luego la parashá brinda métodos para para distinguir entre los profetas auténticos y los falsos, que pululaban extensivamente en el pasado, y no han dejado de hacer su negocio en todas las épocas y lugares.
Vuelven a mencionarse un conjunto de reglas que ya fueron dictadas con anterioridad: algunas de las referentes al kashrut, normas alimentarias adecuadas a la espiritualidad judía; abstención de practicar ritos y rituales paganos; la búsqueda de la justicia social, entre otras.
La haftará que acompaña la lectura de la parashá, es tomada del profeta Ieshaiá/Isaías (54:11-55:5). Es la tercera de las siete haftarot “denejemata”, del consuelo, las que son leídas luego de Tishá beAv y hasta Rosh haShaná (que será -contando desde el sábado- dentro de 32 días).
El mensaje del profeta, en sintonía con la parashá, destaca la necesidad de escoger entre el bien y el mal. El profeta Ieshaiá asegura que las personas gozarán de bendiciones si eligen el camino correcto.