Convivencia, ¡qué experiencia!
Por un lado es substancial a nuestro ser, es imprescindible para alcanzar plenitud multidimensional. Somos también sociales y está dimensión se forma y es formada por nuestros vínculos y relaciones con otras personas, con instituciones, con códigos, etc. Somos sociales, tal como somos cuerpo, emociones, mente y espíritu.
Por otra parte, está minada de dificultades, contrariedades, discusiones, amarguras, dudas, confusiones, malos entendidos, sufrimiento, incomunicación, peleas por poder, manifestaciones del EGO, entre otras bellezas…
¿Qué ideas podemos aportar hoy para llevar una mejor convivencia?
Aprendemos a convivir desde nuestro nacimiento, con las experiencias que nos forman por sobre la infraestructura que nos brinda nuestro potencial genético.
Añadiéndose a nuestro Yo Auténtico se suman las máscaras del Yo Vivido, a veces están en sintonía y otras (muchísimas) no. Si la máscara no representa al Ser, estamos ante un conflicto interno que repercute, en mayor o menor medida, en lo externo.
En este trayecto sinuoso es que aprendemos a conocernos, a respetarnos, a querernos, a ignorarnos, a maltratarnos, a hacer lo que otros mandan, estilos de comunicación, modos de comportarse, maneras de resolver disputas, a expresarnos, adquirimos hábitos y costumbres, nos hacemos una imagen de quien somos y qué se supone merecemos, etc., que facilitan la convivencia o la entorpecen, o hasta pueden bloquearla.
Cuando enfocamos las dificultades en la convivencia solemos descubrir, cuando no, al EGO actuando a partir de la impotencia (o del sentimiento de ella).
Uno y otro quieren sentir poder, o en su defecto no sentirse en impotencia.
De manera automática respondemos con alguna de las herramientas del EGO o con todas ellas, porque es parte de nuestra naturaleza más primitiva y además se ha visto reforzado intensamente con la repetición casi constante.
Ejemplo: Quiero una taza, está sucia porque mi hermano (con quien convivimos) la ha usado y allí ha quedado. ¿Cómo reacciono? Me enojo, me quejo, lloro, me amargo, insulto, grito, me siento agraviado, busco vengarme, ensucio otra cosa y lo dejo tirado por allí, pegó un portazo, hablo a sus espaldas con nuestros padres, rompo la dichosa taza, no lavo nada de nada, ejerzo alguna conducta que le haga sentir impotencia… lo que fuera que proviene del EGO es lo que automáticamente surge. Yo quiero una taza y él me ha hecho sentir en impotencia con su acto.
Cuando esta conducta se repite en numerosas ocasiones, además se le suman otras que me molestan y restan a mi sentimiento de poder, seguramente el conflicto ya esté instalado y las consecuencias, ¿hasta dónde se podría llegar en una escalada de represalias conducidas desde el comando del EGO?
¿Lo has vivido?
¿Te pasa?
Quizás no sea por una taza, pero podría ser por la posición de la tapa del excusado cuando conviven hombre y mujer, o por quien debe hacer las compras, o a quien le corresponde barrer, o desmalezar el desorden, por cuestiones que obviamente son voluntarias o productos de errores, o… lo que fuera que uno siente como invasión, privación, desmedro, descontrol, falta de poder. En cosas pequeñas o en las grandes. Con pares o en relaciones dispares. En la convivencia, sí o sí, está en juego el poder de uno con el otro, y por tanto situaciones permanentes de impotencia (o sentimiento de ella).
¿Qué intentaste hacer para mejorar esto?
¿Qué hicieron en conjunto?
¿Hasta dónde llegó el enfrentamiento?
¿Quién salió ganando cuando uno salió perdiendo?
¿Cuál era el miedo de cada uno para actuar de manera invasiva con el otro?
¿Qué hacer?
1- Comunicación Auténtica constante.
2- NO responder desde el EGO.
3- Reconocer el sentimiento de impotencia, admitir que existe, identificar con precisión la conducta que lo provocó.
4- No pretender controlar lo que no se puede controlar.
5- Asumir el control de lo que es de propio dominio.
6- Establecer, aceptar y compartir los límites que permiten la convivencia.
7- Tener el objetivo claro cuando se convive.
8- Discutir el asunto puntual que genera la incomodidad y proponer aquello que se entiende podría resolverlo. Ser creativo, ecuánime y colaborativo.
9- No esperar cambios mágicos, ni suponer que el tiempo todo lo corrige por sí mismo, o negar los hechos.
10- Pedir ayuda de algún agente externo que permita vislumbrar las situación con menor grado de parcialidad.
11- Ceder cuando es necesario hacerlo.
12- Ser firme en lo que no puede ser desechado.
13- Agradecer.
14- Sonreír.
Pero, ¿qué hacer cuando solamente de una de las partes se aporta a la solución pero de la otra se mantiene la actitud agria?
¿Tienes algo para aportar?
A lo ultimo responderia que uno no tiene por qué ocuparse en lo que es deber del otro ocuparse.
Si el otro decidió quedarse en su agrura incluso eso hay que respetarlo. Quizás esa persona sepa que eso está mal, pero que lo sepa no significa que esté dispuesta a hacer algo.
Enseñar con el ejemplo, mantenerse fiel a lo que uno sabe que es lo correcto, y quizás ese otro lo vea. Quizás.
Gracias Moré
Soy «fans» de estoa textos.
Abrazos!
La convivencia también tiene mucho que ver con el hecho de ponerse de acuerdo en alguna cosa, algún proyecto, metas conjuntas, bienestar común, convenios, contratos, etc. Sobretodo, respetar los acuerdos para mantener el equilibrio armónico. Me recuerdo de un pasaje en las Escrituras que sabiamente manifiesta: «¿andarán dos juntos sino estuvieren de acuerdo?». Para nosotros los seres humanos es bien difícil ponernos de acuerdo consensuadamente. Generalmente la división de las ideas, los pensamiento y la práxis humana, suelen ser las «pequeñas zorras» (en palabras de el predicador). Por esta sola limitación se han producido divorcios, litigios, pleitos y hasta las… Read more »
interesante comentario. muchas gracias.
no creo q mi papel sea mas q el de un modesto maestro.
no entiendo muy bien lo d heraldo y atalaya, pero se agradece igual.