Va Giohá a casa del vecino, que era funcionario del partido de gobierno, y le pide que le preste su borrico (burro) para ir hasta la ciudad y volver.
El vecino le dice que lo lamenta, pero que justo ayer se murió el jamorico.
En eso, el animal se pone a chillar desde el fondo de la casa.
¡Cómo me dices que está muerto y ahí lo escucho rebuznar! ¡Me has mentido, pillo!
Entonces, el vecino le dice muy tranquilo: pero, ¿a quién le vas a creer, a un burro o a mí que soy un honesto político de la nación?
Estamos en Bereshit, el comienzo de la creación.
La Torá nos brinda un relato que no tiene un sentido histórico ni científico, sino netamente espiritual.
Por tanto, no es aquí donde debemos indagar acerca del “cómo del universo”, lo cual es interés de la ciencia.
Tampoco del “cuándo de los eventos”, lo que corresponde a la historia.
Más bien, está en la intención de la Torá que nos adentremos en sus enseñanzas para descubrir la Presencia del Creador en TODO, pero más especialmente en nuestra existencia.
Cuando vamos aprendiendo Torá y viviendo de acuerdo a sus reglas, logramos encaminar nuestros pensamientos, sentimientos y palabras para ponernos en un estado de armonía, de conexión consciente, que nos brinda mucho bienestar.
En concreto, en el relato que nos atañe de la creación universal, es maravilloso saber que NO somos producto del azar, que NO aparecimos por casualidad en el universo, que NO da lo mismo que estemos aquí o no, puesto que no hay plan, ni intención, ni propósito.
Muy por el contrario, el mensaje de la Torá es absolutamente claro, hay un único Creador, el cual es amoroso y justo, que por Su voluntad y Poder creó todo lo existente.
No estamos aquí por error, sino por una expresa intención.
No vagamos en el vacío del espacio interminable, sino que estamos bajo la atenta mirada del Creador.
Nuestra vida tiene un valor inmenso, porque para algo estamos aquí.
El amor del Creador es tan increíble que nos reveló reglas para permitirnos desarrollar al máximo nuestras potencialidades.
No nos dejó a la deriva, en la ignorancia de nuestra identidad.
Sino que desde el inicio mismo nos reveló Su Presencia y Sus reglas, para nuestro beneficio.
Por consiguiente el mensaje principal de Bereshit es que tenemos una relación personal con nuestro Padre celestial, el cual busca nuestro bienestar y nos tiene la suficiente confianza para que tomemos decisiones libremente, porque de esa forma llegaremos a niveles de placer mucho más intensos y valiosos.
Es por ello que a cada paso del proceso creativo la Torá nos dice: «Y vio Elohim que esto era bueno», pero tras la creación del ser humano no emite esta valoración.
Un gran silencio al respecto.
¿Cómo se explica?
Pues, Él nos deja en nuestras manos que consigamos que sea bueno o no.
Depende de nuestras acciones, de nuestras decisiones.
Si escogemos hacer lo bueno y lo realizamos, entonces desde Arriba se nos dice: “observa Elohim esto que hiciste y declara que es bueno”.
Pero, si elegimos y hacemos lo malo, desde Arriba el juicio así lo declarará.
Por tanto, está en nosotros alegrarle el día a Dios, haciendo lo que es bueno, porque de esa manera también nos alegraremos profundamente el día a nosotros mismos.
Esa es la idea escondida en la frase que dice Elohim: «Hagamos al humano a nuestra imagen, como nuestra semejanza», porque le está hablando a cada humano, que debe aceptar su rol como socio activo de Dios para que lo material sea formado a imagen y semejanza de lo espiritual.
¿Cómo se relaciona esta intensa enseñanza con el cuento de Giohá?
Te dejo a ti el encargo de responder a esa pregunta, y espero tus comentarios aquí debajo.
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