Hace un rato una joven amiga de este HOGAR nos decía que se sentía “aún mundana”.
No sé muy bien que significa “mundano” en el mundo del cual ella está saliendo, aquel que adora ídolos en cruces y similares.
Lo que sí es cierto es que está muy bien ser mundano.
¿Cómo?
Pues, ¡claro que sí!
Para ser mundanos es que estamos en el mundo.
Pensemos un poco.
Según la Real Academia de la Lengua, mundano es atender a las cosas del mundo, o también, perteneciente o relativo al mundo.
Si Dios quisiera que fuéramos ángeles, o entes celestiales, inmateriales, sin deseos ni pasiones, Él nos hubiera creado ángeles.
Pero Él adrede nos hizo como somos.
Con altibajos, con claroscuros, con pasiones encontradas, con EGO y la posibilidad de sobreponerse a él, con tendencia innata al bien, complejos, multidimensionales, falibles, imperfectos, perfectibles, mutables.
Es Dios quien nos hizo con cuerpo, apegados a lo material, dependientes de la materia, anhelantes de gratificaciones, enceguecidos por deseos.
Es Él, en Su amor y sabiduría, quien nos hizo parte del mundo, relacionados a él, necesitados de él, parte de él.
El mundo es nuestro hogar, porque es lo que Dios dispuso.
El mundo es nuestro lugar de trabajo, puesto que es nuestra tarea sagrada perfeccionarlo, bajo la guía de Dios de acuerdo a los mandamientos que Él nos ha dado a cada uno para cumplir.
Si Dios no hubiera querido que fuéramos mundanos, simplemente no nos hubiera creado tan estrechamente ligados a él.
De hecho, por algo el relato del Génesis (Bereshit) menciona explícitamente que Dios tomó polvo de la Tierra para formar al Hombre.
¿Acaso es un hecho científico el que nos cuenta el texto sagrado?
¿Acaso era necesario realmente que nos indicara esta polvorienta procedencia?
¿Acaso es materialmente real que al comienzo Adam era un monigote de barro y que se convirtió en humano al recibir alma y espíritu?
Más bien, es una enseñanza muy sutil y clara: somos en parte tierra, en parte espíritu. Así como el espíritu es esencial en el humano, similarmente lo es el cuerpo.
Y el cuerpo bien tratado, acomodado, querido, satisfecho. Porque Adam habitó el Edén y no una villa miseria, Adam tenía alimento al alcance de la mano y no rigurosos ayunos de falsa espiritualidad. Y, el Edén terrenal es la imagen más exacta de la esperada Era Mesiánica, que pronto llegará si Dios quiere.
No somos espíritus habitando cuerpos, sino que somos ambas cosas al mismo tiempo en tanto existimos en esta vida.
No tenemos un cuerpo, SOMOS cuerpo al igual que somos espíritu.
Es cierto, el cuerpo que somos se arruga, se cansa, se pierde, se muere, se recicla tras la muerte.
Es cierto, ese cuerpo que somos no es eterno, pero no por ello dejamos de ser también cuerpo en tanto vivimos en esta vida.
El espíritu permanece, es eterno, es inmutable, por ello algunos tienden a creer que solamente somos espíritu.
Pero, Dios nos creó multidimensionales, así que no seamos herejes contradiciendo a Dios.
Nuestra dimensión mundana: cuerpo, emociones, sociedad, mente; es tan valiosa como la espiritual en tanto estamos vivos.
Por supuesto que no es “buen negocio” dedicarse exclusivamente a lo mundano, a lo material.
¿Por qué no?
Porque somos material pero también espíritu.
Así como no está bien negarnos al cuerpo, tampoco está bien rechazar o destratar nuestra dimensión espiritual.
Enfocarse solo en el placer, en el poder, en los bienes materiales, en la belleza del cuerpo, en los gozos efímeros, no está bueno, tampoco es justo.
Todo en su justa medida. Todo lo que sea acorde con los mandamientos. Todo lo que no impida el desarrollo de una vida armoniosa.
Por otra parte, el espíritu es lo que queda de nosotros al morir, con nuestros recuerdos, con nuestras obras que nos sirven para disfrutar del placer de la eternidad. Así pues, dediquémonos también a desarrollar lo que se guarda como información sagrada en el espíritu, a través de nuestras buenas obras, plenas de sentido trascendente.
Así pues, seamos mundanos, ¡está muy bien!
Seamos mundanos, en el sentido de unir lo espiritual con lo material, de hacer de cada instante un motivo de construcción de shalom.
Hagamos que ese instante pasajero que es nuestra vida terrena sea un recuerdo eterno de belleza y bendición.
¿Puede?
¿Quiere?
No somos religión, no somos secta, no somos fanáticos, somos personas que anhelan construir shalom.
!Adelante!