Los instrumentos originales del EGO se preservan durante toda la vida, a no ser que consigamos doblegar al EGO y hacerlo apenas reconocible (como si fuera sencillo) y sumiso a nuestro control.
Estos instrumentos son raíces de otras conductas que, con el paso de la maduración y las experiencias, la persona va adquiriendo y usando para esquivar o dulcificar su sentimiento de impotencia, y sus miedos, al tiempo que son destinados a tratar de manipular al otro.
Así pues, llanto, pataleo, gritos (instrumentos activos), tal como el dormir (desligarse de la realidad) nos acompañan, más o menos visibles, con mayor o menor intensidad, mejor o peor camuflados detrás de otras conductas que se acomodan sobre ellas.
En esta ocasión quiero referirme muy brevemente a una actitud muy negativa que es la pasivo-agresiva.
Según nuestro marco de conocimiento, ésta que deriva de la asociación de las herramientas activas con la desconexión de la realidad.
¿Qué es la actitud pasivo-agresiva?
Podríamos caracterizarla como mostrar un gesto amable, una sonrisa, la “buena voluntad” que sirve para ocultar el intenso enojo, la ira, el desprecio hacia la otra persona o la situación vivida.
El otro es receptor de la agresión (verbal, física, emocional, social, etc.) pero le cuesta admitirlo puesto que el agresor no expresa su intención, sino que por el contrario se presenta como solícito, atento, sonriente, leal.
Esto es lo más oscuro de la actitud pasivo-agresiva, puesto que al no haber expresión manifiesta del enojo, al poder escudarse en la excusa de que no es con mala intención, la víctima queda como desarmada, sin poder obtener reparación. Es una hábil forma de manipular y evitar las consecuencias negativas.
Cuesta mucho comprenderlo, también reconocerlo.
Por ello te brindo ahora algunas modalidades de la actitud pasivo-agresiva, que quizás puedas descubrir que has empleado o has padecido de parte de otro.
A veces el pasivo-agresivo actúa con conciencia de sus oscuros sentimientos y supone (o cree) que de manifestarlos la situación en la que se encuentra empeorará.
A veces es ignorante de su malestar interno, aunque de trabajar un poco en su auto-conocimiento bien podría llegar a descubrir sus emociones.
Su miedo a la soledad, o al rechazo, o perder un rango, o a lo que puede sobrevenir, lo lleva a refugiarse en la simulación de un afecto positivo que en verdad no siente.
Entonces, cuando le inquieres acerca de sus conductas lesivas, de cómo te ha afectado, de cómo se muestra agresivo (sea por sus gestos, su postura, su entonación, sus acciones, etc.), rápidamente se defenderá y negará cualquier sentimiento hostil o posibilidad de haberte agredido.
Rechazará hacerse cargo de sus actos, negará que lo motive el miedo o la ira, desestimará cuando le preguntes si es por envidia o alguna otra emoción tóxica.
En resumen, insistirá en que es un “buen samaritano”, aunque sus manos estén chorreando sangre fresca de algún inocente.
Por supuesto que si insistes en querer que reconozca sus acciones y sus motivos, el agresor pasivo se enroscará sobre sí mismo y negará todo, encontrará justificativo para todo, te acusará a ti de “juzgar y no tienes derecho a hacerlo, porque solo Dios juzga”, te dirá que estás loco por decir lo que dices, o cosas por el estilo. Supongo que ya estarás haciéndote a la idea de cómo funciona, porque lo has vivido en más de una ocasión.
Pero tú, no te dejas enmarañar por sus mentiras y engaños por lo cual insistes en que reconozca sus actos y que aclare sus oscuros sentimientos.
Entonces el agresor pasivo hará un gesto, escupirá un monosílabo, te dejará plantado y sin respuesta.
Puede ser que te diga: “Ok”, “Bueno”, “Como digas”, “¿Algo más?”, en ese estilo de dar por concluida la charla sin haber expuesto en lo más mínimo lo que guarda dentro.
Esto es la agresión pasiva, también.
Porque te ubica en un lugar enfermo, loco, juzgador, criticón, al final eres tú el que está mal.
Al mismo tiempo, el malestar se intensifica porque aquello que no es comunicado auténticamente tarde o temprano es expresado, y si no es por las buenas, siempre es por las malas.
Pero, no se queda en jueguitos de palabras, en desplantes verbales o gestuales, también hay agresiones más “concretas”.
A veces por miedo a las represalias, por estar en una relación de evidente inferioridad, por cuestiones de conveniencia personal, las agresiones “concretas” se ejercen por medio de la pasividad, es decir, de la no acción, del retraso, del bloqueo para la realización.
Por ejemplo, le pides a tu esposo, hijo, empleado, amigo que haga tal tarea. La precisas para hoy. Por supuesto que la persona a quien le solicitaste sonríe y acepta hacerlo. Pero llega mañana y pasado y todavía ni siquiera empezó.
¿Qué pasó?
Bueno… una infinidad de excusas, pero lo concreto es que lo que se necesitaba sin falta, no se obtuvo.
Si el otro te hubiera dicho que no, entonces tú hubieras conseguido que otro te ayudara, o alguna otra solución.
Pero no, el delegado aceptó, no puso reparos, no se quejo, por el contrario, fue sonriente y amable, comprometido de palabra con la misión.
Y no estamos hablando de que en verdad le pasó un percance más allá de su voluntad o control, sino que realmente no lo quiso hacer, o inventó alguna ocupación diferente para dejar de lado lo que se había comprometido contigo.
¿Cuántas veces te ha pasado?
¿Con el pintor? ¿Con el amigo aquel tan despreocupado? ¿Con tu marido?
Es cierto, tú también lo hiciste… ¿no?
Es frustrante, pero todavía puede ser un poquito peor… ¿es posible?
Aquel que sonriente aceptó hacer una tarea que la realiza en tiempo, pero no en forma.
El resultado de la tarea es ineficaz y hasta demanda el doble de esfuerzo reparar los daños que si nada hubiera sido hecho.
Aquel que te hizo el recado pero trajo las marcas equivocadas, los productos vencidos, el precio altísimo, etc.
Aquel que se apuntó para colaborar con la expansión de FULVIDA, se llenó la boca de que haría esto y aquello, pero a la hora de la hora dejó todo por la mitad, ahuyentó gente, dejó un mal sabor acerca del noajismo, corrompió el mensaje de shalom y pureza de nuestro hogar, etc.
¿Cuántas veces lo hemos sufrido? ¡Infinidad! En las cosas grandes y en las chicas.
Con esta actitud el pasivo agresivo consigue ponerte en el lugar del impotente, no puedes nada con él. Te enojas, te irritas, te desgastas en corregir errores, te atrasas en ocupaciones, te cansas, te enfermas, te alejas de buenas personas, te envuelve en su tela de araña muy simpática a la vista pero llena de malicia amarga por dentro.
Ahora, te dejo una tarea para que hagas si quieres, pero hazlo bien.
¿Por qué escogí como título “Bienaventurados los pobres” para este post?
Y si quieres comentar sobre otros aspectos de este artículo, bienvenido.
Gracias, que pases un bello día, el mejor de tu vida.