¿Te cuento qué me pasa?

Cuando alguien cuenta alguna cosa que le está incomodando, por ejemplo un problema, estas son algunas de las habituales reacciones/respuestas:

  1. El que escucha le cuenta sus propias desgracias, para compararlas y destacar que la propia es mayor/peor.
  2. No hay quien le escuche, porque el otro ya escapó antes siquiera de que termine el relato del problema.
  3. Al otro le entran las palabras por un oído, saltean el cerebro y salen por el otro oído.
  4. El otro se incomoda y cambia rápidamente de tema.
  5. El oyente se transforma en un paño de lágrimas, una esponja para absorber malos tragos, hundiéndose en penurias que no le corresponden pero que pareciera liberar emocionalmente a quien las contó.
  6. Con toda buena voluntad y ánimo práctico se le dan soluciones, consejos, moralejas que debieran servir o para resolver la cuestión o aprovechar el mal trago para al menos ganar en experiencia, sabiduría, humildad, etc.
  7. Con todo el ánimo religioso se le reprende, destacan sus culpas, achacan perversiones, se hace ver que lo tenía merecido, se le exige fe y compunción, añadiendo al dolor la intolerancia.
  8. Está también el mensaje de fe y esperanza, de que el optimismo resuelva todo así como ocurre con el mero pasar del tiempo, por lo que se te acompaña en tu quebranto pero se lo minimiza a la espera de ese mañana maravilloso.
  9. Del otro lado se siente una atención activa, que permite al que se lamenta amplificar el campo de visión, profundizar en la comprensión, o simplemente quitar el peso excesivo de encima para así estar en posición de realizar alguna tarea constructiva más allá de la queja.
  10. Te ayudan a comprender tu situación y a enmarcarla dentro de un paisaje mucho más grande, que te excede, que te es inabarcable, sin por ello menospreciar tu dolor pero tampoco aumentándolo innecesariamente.

¿Cuál es tu estilo típico de respuesta/reacción?

¿Cuál quisieras recibir en caso de estar aquejado por una situación penosa?

¿Qué aprendemos de todo esto?

Como reflexión:

«Yo soy, Yo soy quien os consuela. ¿Quién eres tú para que temas al hombre, que es mortal; al hijo del hombre, que es tratado como el pasto?»
(Ieshaiá/Isaías 51:12)

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