Hace un tiempo publique un post que incluía el siguiente pensamiento:
Recuerda que el amor es una actividad que favorece generosamente al otro,
sin esperar nada a cambio.
Pero el exceso de bondad, asfixia y agota,
y no aporta al bienestar sino a la humillación.
Al no haberlo explicado en el momento, quizás pueda resultar un tanto incomprensible, por lo cual daré ahora una breve exposición.
Desde el punto de vistas del recepto la bondad excesiva es perjudicial, al menos por cuatro razones:
- No permite que el receptor crezca a través de ir obteniendo sus propios logros, se mantiene pasivamente, a la espera sin aportar a su propio bienestar y por tanto tampoco activamente al de otros. Al cabo, lo bueno recibido ya no brinda placer real, sino solamente uno efímero que queda opacado por el sentirse inútil, en dependencia completa.
- El receptor siente la humillación de estar en estado de relativa impotencia, dependiendo del poder ajeno. Su poder, cualquiera que fuera, no es ejercido, no desarrollado, ni manifestado, lo que conlleva una desagradable sensación que impulsa al ofuscamiento de la propia identidad.
- Es más que factible que a menudo el receptor tema que algo le ocurra al dador que le impida seguir aportando ese bienestar recibido gratuitamente, pendiendo constantemente la amenaza del desamparo, la desolación, la miseria, el abandono, entre otras.
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La ansiedad y la angustia obstaculizan cualquier atisbo de satisfacción, ya que el receptor suele estar atrapado por sus sentimientos encontrados hacia el dador: de furia, enojo, rencor y miedo.
Pero, si el receptor se asocia de alguna manera al dador, porque éste no lo apabulla con su (supuesta) generosidad excesiva, entonces se mitigan los cuatro anteriores y hasta quizás haya un intercambio mucho más equilibrado y saludable para todos los implicados.
Desde el punto de vista del dador de la bondad excesiva es perjudicial, al menos por cuatro razones:
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Porque el único ilimitado es el Creador, por lo cual es indispensable que la persona que da reciba y si nos excedemos en dar tal vez nos quedamos en estado de necesidad.
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Porque no contemplamos al receptor en su multidimensionalidad, restringiéndole a ser un “receptor”, un recipiente de nuestras acciones, rechazando reconocer que también ese receptor debe ser un socio en la tarea de construir SHALOM desde la faz activa.
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Porque en ocasiones el exceso de bondad es solamente un signo de que el dador es una persona temerosa, débil emocionalmente, sometida y que se desvive en la entrega para de esa manera “comprar” el cariño, respeto, amor, presencia, amistad o lo que fuera que desea recibir del receptor. Cuando lo cierto es que toda relación que se mantiene por un interés, cae cuando ese interés ya no se puede sostener.
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Porque aquel que realmente ama al prójimo quiere su bienestar integral y éste no se consigue manteniéndolo en un estado de receptividad pasiva, por lo cual, aunque se le dé dinero, favores, regalos, viajes, elogios o lo que fuera, se le está escatimando sustancias mucho más importantes y valiosas, como la confianza y el respeto en su fortaleza y dignidad. Por tanto, se está generando o preservando una relación tóxica, que implica que el dador es (también) causante de la misma y por tanto enfermo.
Pero, si el receptor se asocia de alguna manera al dador, ambos se convierten en dador/receptor, por tanto en socios. Lo que permite que ambos se nutran, se corrijan, aprecien al otro en sus múltiples dimensiones, resalte el respeto y además no se queda atrancado solamente en la bondad sino que se posibilita la presencia también de la justicia, columna indispensable para sostener el equilibrio ecosistémico.
Ya que estamos hablando de justicia, precisamente tomemos en cuenta lo que ya hemos enseñado en otras ocasiones: el Creador ha diseñado el sistema para que funcione en el balance de la bondad y la justicia, cuando uno de los polos se desborda todo el sistema se corrompe haciéndose indispensable un movimiento drástico de corrección. Para evitar tales crisis es necesario actuar con coherencia y constancia, aportando el nivel justo en cada circunstancia y proveyendo así a la armonía y verdadero bienestar.
Pero claro, con las trampas del EGO difícilmente logremos salir un ratito de nuestras celditas mentales, quebrar un poquito nuestros sistemas de creencias, y por tanto estaremos enredados en frecuentes crisis, derrumbándonos para con buena suerte levantarnos y seguir estropeando el mundo.
Si estudiáramos, tomáramos conciencia, aplicáramos las enseñanzas de los Maestros, sería una vida mucho más agradable para todos.
Pero, reina el EGO, por lo cual, la religión manda, la violencia, lo desagradable, la ira, la mentira, la manipulación, y todo lo otro que no aporta al SHALOM si no que hacen su presencia mucho más costosa y dificultosa.
Entonces, limita con justicia tu bondad.
Endulza con bondad tu justicia.
No te excedas.