El Rey Salomón, uno de los personajes más emblemáticos del Tanaj (Biblia hebrea), es conocido por su extraordinaria sabiduría, riqueza y logros. Sin embargo, su vida no fue solo una serie de éxitos; también estuvo marcada por errores profundos que ofrecen lecciones invaluables para nuestra vida personal y espiritual.
Salomón, hijo del rey David, ascendió al trono con una promesa divina: si seguía los caminos de Dios, su reinado sería próspero. Y así lo hizo durante gran parte de su vida. Construyó el Primer Templo en Jerusalén, un hito histórico y espiritual para el pueblo judío y la humanidad; escribió textos como el Libro de Proverbios , el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares , que aún hoy son fuentes de sabiduría práctica y reflexión filosófica. Pero su historia no termina ahí.
Según el Libro de Reyes I, Salomón cometió graves errores hacia el final de su vida. Se casó con cientos de mujeres extranjeras, quienes lo llevaron a adorar dioses que no son Dios (o al menos permitió y hasta posibilitó que eso ocurriera en Jerusalén), violando uno de los principios fundamentales del monoteísmo judío: la exclusividad de Hashem como el único Dios verdadero. Este desliz no solo afectó su relación con Dios, sino que también sembró las semillas para la división del Reino Unido de Israel tras su muerte.
Desde una perspectiva midráshica, los sabios del Talmud y otros textos rabínicos nos enseñan que Salomón creyó que su sabiduría y poder eran suficientes para manejar cualquier situación. En otras palabras, pecó de orgullo. Aunque tenía plena conciencia de los mandamientos divinos, pensó que podía transgredirlos sin consecuencias porque era «demasiado sabio para fallar». Como sabía que tal conducta provocaba tal desastroso resultado, él asumió que tenía la facultad de dominar el resultado, que no caería víctima de la debilidad humana.
Este error nos recuerda una enseñanza central del judaísmo: la humildad (saber quienes somos, nuestras debilidades y fortalezas, sin evaluarnos ni más ni menos) es tan importante como la sabiduría.
La Kabbalah, la mística judía, profundiza en esta idea. Según sus enseñanzas, cada persona es una neshamá (espíritu) conectada directamente con lo Divino. Cuando alguien se aleja de los preceptos divinos, como hizo Salomón al transgredir, pone barreras a la conciencia de esa conexión espiritual inquebrantable. No se rompe el lazo con Dios, pero sí puede oscurecerse la conciencia de ese lazo.
Esto no significa que sea un fracaso absoluto; más bien, es una oportunidad para aprender y regresar al camino correcto (teshuvá ). La vida de Salomón nos muestra que incluso los más grandes pueden caer, y de hecho, caen estrepitosamente desde sus alturas. Pero, sus errores contienen lecciones universales sobre equilibrio, humildad y rectificación espiritual.
En términos prácticos, ¿qué podemos aprender de Salomón? Primero, que el éxito material o intelectual no debe hacernos olvidar nuestras raíces espirituales. Segundo, que la sabiduría debe estar acompañada de ética y humildad. Y tercero, que nunca es tarde para reconocer nuestros errores y trabajar en nuestra mejora personal.
Como dice el Kohelet/Eclesiastés, atribuido a Salomón: «Todo tiene su momento, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.» Nuestra tarea es aprovechar cada momento para crecer, aprender y reconectarnos con lo que realmente importa.
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