Tremendas enseñanzas del patriarca que nació Iaacov y que es Israel

Iaacov, el hijo de la matriarca Rivcá y el patriarca Itzjac, desde muy pequeño tuvo que tomar conciencia de que la «realidad» muchas veces es una ilusión, algo así como un decorado en una obra de teatro. Que la gente te impone creencias, que la presión social te ordena cumplir ciertas pautas, que te estructuran para creer, suponer, sentir, hacer.
Desde chico ya luchaba, como podía contra eso.
Es que, era descendiente de Abraham y de Rivcá, ambos perpetuos luchadores contra las imposturas sociales, contra los regímenes establecidos, contra la ideología dominante que era la ideo-latría.
Por tanto, tenía que estar atento a las oportunidades para evolucionar y fluir.
La vida le mostró que no sería fácil, que tendía que luchar, que habría momentos de bajón y que el éxito es un placer que desaparece muy pronto.
Pero él sentía ese llamado profundo para ser rebelde, para ser motor del cambio, para ser un luchador empedernido por lo que consideraba era lo mejor.
Te aviso que no es una imagen idealizada que estoy retratando, sino la visión de lo que la Torá nos cuenta, paso a paso de lo que fue su vida, desde antes de su concepción incluso, al comienzo de la parashá Toledot y hasta el final del libro Bereshit/Génesis.
Una vida de confrontación, de lucha de victorias.
No en vano su nombre fue cambiado por orden Divina para convertirse en ISRAEL: aquel que lucha contra Dios, enviados de Dios, y personas y prevalece; según explicara el ángel que le asignó ese nombre.

Encontramos en el relato sagrado que tuvo ocasiones para abrir el corazón y obligar a su mente a evaporar tonterías que rondaban en ella, partes pesadas y amargas del Sistema de Creencias que se había formado en su ser.
Tenía que desaprender y cambiar de sintonía para ponerse en frecuencia constructiva, dejando de hacerse cargo de creencias que lo agobiaban y no eran suyas, quitándose disfraces que le hacían vivir una existencia que no estaba acorde a su NESHAMÁ.
Es decir, estaba operando en su Yo Vivido para que fuera una mejor representación de su Yo Esencial.
Iba soltando, despejando el terreno, quitando sombras para permitir que la LUZ le llenase.
Estaba haciendo que el ominoso control del EGO se fuera desintegrando para que, poco a poco, ir confiando en un Plan mayor, íntimamente atado al Divino.
Como dije, esto no lo vemos en una sola parashá del libro Bereshit, sino en varias, donde se va reconstruyendo Iaacov para ser Israel.
No fue una tarea sencilla, ni libre de dolores y angustias.
Y te confieso que el patriarca no la terminó, la dejó sin concluir, aunque hubiera avanzado quizás mucho más que la mayoría de los humanos que han vivido o lo hacen ahora.

Tuvo que luchar con montón de enemigos, pero en especial con su EGO, aquel que a todos nos impide avanzar, pues nos confunde con miedos, dudas y expectativas. Nos llena de creencias y sentimientos. Confunde nuestra percepción y nos sumerge en fantasías que atesoramos como realidad. Nos embarulla con su tremendo ruido, que nos impide percibir con claridad la tenue voz de la NESHAMÁ que nos habla sin cesar en nuestro interior.
Aprendamos a ir adorando menos al EGO y sus representaciones, como lo es la religión por ejemplo, para hacer nuestro camino de santidad y empoderamiento.
Abandonemos la amargura, lo reproches, la queja, la impotencia, la tragedia para ir construyendo una más vigorosa y bendita personalidad llena de gratitud.

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