Vive construyendo SHALOM, a través de la conducta buena y justa.
En tus sentimientos, pensamientos, palabras y acciones concretas; para contigo, para con el prójimo, para con el universo, para lo que está por fuera de él.
Que sea siempre de construcción de SHALOM.
Existen los mandamientos que el Eterno nos ha dado para ayudarnos en esta tarea.
Él entregó a los gentiles, a la humanidad, Siete Mandamientos para que cada uno los conozca y cumpla. Ese, y no otro, es el camino espiritual para el gentil, el cual le lleva a conducirse bajo la brújula sagrada del Eterno en todo momento.
A los judíos Dios entregó la Torá, escrita y oral, con sus 613 mandamientos y multitud de reglas que se derivan de ellos. Constituye este el camino espiritual propio para los judíos, ya que así Dios ha determinado que sea. NO ES el camino para los gentiles, aunque tenga muchísimas conductas benéficas las cuales el gentil puede aprovechar e incorporar a su nutrición espiritual cotidiana. Pero, a no confundir el permiso para sumar conductas provechosas en la práctica, a llenarse de costumbres ajenas, vivir de forma ritual e inapropiada, convertirse en una mala copia de lo que se cree que es lo judío despreciando así en alto grado la belleza, pureza y perfección del noajismo con sus Siete Mandamientos.
Quien vive plenamente, construyendo SHALOM, no tiene asegurado ningún buen pasar en este mundo, ni cuenta con un escudo mágico protector, ni existen ensalmos u objetos maravillosos que evitan las desgracias y malos momentos.
No, ni un salmo, ni una mezuzá, ni una bendición rabínica, ni repetir lemas del Zohar, ni adoctrinarse en esoterismo nos pone por encima de las dificultades que atraviesa cualquier ser en este mundo.
Es precisamente por esto que la construcción de SHALOM es un pilar fundamental.
Porque nos permite encarar las circunstancias de la vida de una manera realmente optimista, confiada, segura, noble, responsivamente saludable, proactiva.
Porque nos endulza aun en el momento del trago amargo.
Porque nos fortalece aunque estemos naufragando en la vulnerabilidad.
Porque nos acompaña hasta en el vacío más solitario.
Construir SHALOM es el remedio, es el sentido, es la tarea.
Entonces, con ese ánimo curtido por la experiencia y dulcificado por la construcción de SHALOM, podemos ser notablemente humildes, en su verdadero sentido y no en la parodia religiosa del mismo.
Tener conciencia de nuestras virtudes y defectos, reconocer nuestros errores y aciertos, admitir nuestro fracaso sin por ello abandonar la carrera por el éxito.
Saber nuestro lugar y aprovechar al máximo lo que está a nuestro alcance para vivir en satisfacción saludable.
Así, con humildad tratamos de encontrar sentido en todo lo que le pasa en la vida, en las buenas y en las malas.
Si descubrimos algo que nos perturba y perjudica y está a nuestro alcance modificarlo, podremos hacer lo posible por cambiarlo.
Si prometimos algo, seremos nobles como para cumplirlo.
Si nos hemos desviado, tendremos la dignidad como para corregir el rumbo, retornar a la buena senda, y tratar de corregir y reparar lo que hemos dañado.
Si estamos en lo correcto, aunque el mundo se oponga, igualmente seguiremos firmes, con respeto, con aprecio, con valor sosteniendo nuestra posición; pero sin miedo a cambiarla cuando advirtamos que nos equivocamos o ya no es sostenible.
Atentos a la TESHUVÁ, la propia y la del prójimo.
Dispuestos a dejar fluir, sin tormentos ni reproches estériles, cuando las cosas no estén bajo nuestro control.
En resumen, construir SHALOM en todo momento, para ser estables y para cambiar, pero siempre intentando aproximar nuestra vivencia terrena a la imagen perfecta de nuestra NESHAMÁ eterna.
¿Precisamos para ellos objetos simbólicos, rituales, festivales, congregaciones, prédicas encendidas?
Puede que algunas personas anden necesitadas de algún bastón, porque no tienen la fuerza para sostenerse y avanzar por sí mismos.