En nuestra parashá se dicta que aquel que traía al Santuario la ofrenda de sus primeros frutos debía decir:
"Y ahora, he aquí traigo… – veatá hiné heveti…"
(Devarim / Deuteronomio 26:10)
Estas tres palabras (en hebreo) según nuestros Sabios encierran una gran moraleja para todos nosotros.
Para comprender la enseñanza, debemos saber que nos informan los maestros que "hiné", que se traduce literalmente como "he aquí", es la expresión apropiada para ser usada en ocasiones de regocijo (a diferencia de vaiei que se usa en momentos dolorosos).
También nos especifican que "heveti", que se traduce literalmente como "traigo", ha de entenderse en este contexto como "yo ME traigo".
De estas palabras correctamente comprendidas aprendemos que el que cumple con una mitzvá, cualquiera que ésta sea, debe actuar de la siguiente manera:
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No ha de posponer el cumplimiento del precepto, sino hacerlo cuando sea el tiempo adecuado y sin demorarlo innecesariamente.
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Su corazón debe estar regocijado por estar sirviendo al Eterno, aunque el cumplimiento del mandamiento le cueste esfuerzo, dinero, tiempo, etc.
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Debe estar desprovisto de toda intención egoísta, y estar dedicado abiertamente a cumplir el mandamiento sin expectativa de beneficio alguno.
¡Les deseo Shabbat Shalom UMevoraj!
Moré Yehuda Ribco
Relatos, anécdotas y enseñanzas
-Cuanto tú sostienes que el YO ocupa el lugar de la dicha -comentó Tamar a su esposo, el Rabí Iejiel- ¿qué es lo que quieres enseñar?
-Hasta que el hambriento YO cotidiano no se anula, no renuncia a tomarse como el centro del mundo, no deja espacio para que entre otra cosa al corazón… entonces, ¿cómo puede coexistir el amor ferviente por el YO con la dicha?
-Pero, si es así, ¡tampoco deja entrar el pesar, el dolor! Si no deja espacio para una cosa, tampoco deja espacio para la otra.
-Buena observación has hecho mi querida.
Sin embargo, considera lo siguiente: la dicha, el placer esencial, es el único bien que se alcanza cuando no se lo busca afanosamente, sino que se lo encuentra al actuar con bondad desinteresadamente.
La dicha NO está dentro nuestro, sino fuera, y solamente la podemos hallar en el encuentro con el otro.
Si no encontramos la dicha, estamos con hambre por gozarla, y cuando esa hambre crece y crece y crece, pasa a hacerse un dolor profundo, intenso. Un dolor que carcome el alma, que no deja en paz al espíritu.
El YO esencial ya lo tenemos, nacemos con él, así pues, cuando el YO es lo que ocupa todo el corazón no es que deje o quite lugar para el dolor, pues ya está ahí.
-Pero, ¿cómo reconocemos cuando el YO se quita del centro? -volvió a preguntar Tamar.
-Cuando sientes dicha y no sabes porqué…
Preguntas y datos para meditar y profundizar:
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¿Cómo se puede relacionar este relato con el comentario que brindamos de la parashá?
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¿Qué hace usted para encontrar dicha verdadera?
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Sin tristeza
En el preclaro Talmud se nos enseña que: "no hay tristeza en presencia de Hashem"
(Jaguigá 5b).-
¿Está de acuerdo con esta enseñanza? Dé ejemplos que apoyen su posición.
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¿Acaso a los estudiosos de Torá y píos no les ocurren cosas dolorosas? ¿Cómo entonces contextualizar esta enseñanza talmúdica?
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¿Cuál es la cualidad personal que debe resaltar para estar efectivamente "en presencia del Eterno"? (Como pista: recuerde la cualidad distintiva de Moshé Rabeinu).
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Hallar gozo
El inspirado salmista nos confiesa: "Yo me gozo en Tu Torá, como el que halla abundante tesoro."
(Tehilim / Salmos 119:162).-
¿Es posible gozar del placer infinito de la Torá si no se cumple con sus mandamientos?
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¿Por qué la Torá es la fuente principal del gozo verdadero?
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¿Por qué es comparado el gozo de la Torá con un tesoro abundante?
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