Las religiones, todas ellas, son mecanismos para manipular a las personas al tiempo que conlleva pretensiones de dominar a la divinidad (sea al verdadero Dios o a los dioses imaginados por el hombre).
Las religiones no son el camino espiritual marcado por el Eterno, no fomentan la libertad, ni la responsabilidad, ni el disfrute, ni el crecimiento, sino que sirven para todo lo contrario.
Las religiones son exteriorizaciones del EGO en su búsqueda por someter a personas y colectivos.
Lo espiritual nada tiene que ver con religión.
Dicho esto, enfoquemos nuestra atención por un instante en Dios, el Uno y Único, y en ciertas actitudes de algunas (muchas) personas, que se creen fieles, espirituales, aplicados a las cosas de Dios.
Es sabido y tomado como cierto que:
a) Dios está en completo control de todo, y
b) Dios puede alterar o cambiar la realidad a causa de que la persona haga determinados actos o pronuncia palabras específicas (rece).
Es sabido y tomado como cierto, ¿pero es realmente así?
Los que afilian a esta creencia tienen una gran ventaja: en apariencia no hay para demostrar que es falsa y errónea.
¿Por qué?
Si la persona opera o reza de tal o cual forma y se obtiene el resultado esperado, es “evidente” de que Dios ha actuado de acuerdo al deseo de la persona.
Pero, si el resultado no es el deseado, la persona se encoge de hombros y admite que no rezó lo suficiente, o que no practicó tantos mandamientos como debiera para alcanzar a ejercer control sobre Dios, o que Dios ha respondido que “no” y nosotros "no podemos entender los caminos de Dios."
Como sea, la persona queda a resguardo de confrontar sus creencias, porque sea porque resulta o porque no resulta, siempre tiene la razón (en apariencia).
Ahora, hay un detallito que no debe quedar desapercibido.
Quienes creen de esta manera y en consecuencia actúan, parecieran tener a Dios como todopoderoso, en control de todo, como amo y señor, tal como indica el ítem “a”.
Sin embargo, si somos atentos podemos descubrir que esta creencia (junto con patrañas tales como “El Secreto”, el pensamiento positivo que conjura al universo, las leyes metafísicas de la asociación y el éxito, entre otras), en realidad NO tiene a Dios como el Jefe, Aquel que está a cargo, sino como un esclavo personal, que está a la espera de recibir órdenes para actuar de acuerdo al deseo del “amo”, que sería el peticionante o el que cumple tal o cual mandamiento.
A ver, para que quede claro: Dios está en control, pero la persona es la que hace que Dios cambie la realidad de acuerdo a su deseo personal.
Se trata entonces de “pactar” con Dios, negociar con Él, proclamar “decretos”, obligarlo a actuar en consonancia con lo que la persona quiere, a cambio de unas moneditas en forma de rezo o de rituales o tal o cual práctica (que en sí misma pudiera ser muy loable y positiva).
Es tremendo.
Es desdibujar los roles, inventar una esquizofrénica realidad en donde la persona está realmente al mando en tanto Dios es un títere.
Un Dios desfigurado, capaz de morir para salvar al hombre, dispuesto al auto sacrificio con tal curar al dolido, impotente aunque se presuma de todopoderoso, incapaz de regir el mundo a no ser que reciba órdenes de parte de los que tienen fe en Él.
Entonces, no tiene nada de extraño que sepamos de religiones en las cuales dios manda a su hijo a morir para salvar al pecador, religiones en las cuales se da dinero para que dios envíe riqueza, religiones en la cuales uno se reza a sí mismo pues es un dios, religiones en las cuales el hombre es dios al igual que el resto de la naturaleza, religiones en las cuales dios se aplaca con rezos y sacrificios, religiones en las cuales dios está a la espera de que uno pida un deseo para que él lo realice, religiones…
Esto, mis amigos, es la religión.
Es el EGO.