Kadosh (santo, sagrado) es lo que está conectado con el Eterno.
A mayor conexión, mayor kedushá (santidad).
No existe nada, ni nadie, que esté por completo desconectado a la kedushá.
A veces es muy, muy, muy, difícil descubrir ese puntito de LUZ; pero que está, está.
Baruj (bendito) es lo que reporta abundancia o gozo material.
De cierta forma representa el camino inverso al de la kedushá, sin por ello oponérsele.
Es decir, cuanta más berajá (bendición) más plenitud material, que en ocasiones puede llevar a trastornar la conciencia de la persona bendita y entonces no darse cuenta del lazo indestructible del todo con el Creador.
Como si su disfrute no tuviera Fuente en el Alto.
Siendo así, uno de los motivos para pronunciar una bendición antes y después del disfrute (comida, bebida, aromas, etc.) es llevarnos a reconectar la conciencia de la santidad allí en donde hay presencia material. Para no olvidar que aquello que nos deleita no simplemente llena los sentidos sensoriales terrenales, y a veces nos brinda energía vital para realizar procesos biológicos; sino que también es elemento de fortalecernos para llevar una vida acorde a la Voluntad del Creador.
O, también, puede verse como una forma de bajar del estado de santidad aquello que estamos por disfrutar.
Porque, en tanto un don Celestial está colmado de kedushá, por lo que resulta imprescindible hacerlo cotidiano, ubicarlo en su materialidad y de esa manera gozar con propiedad.
¡Cuán complejo es el tema, y eso que solamente rozamos el borde de la orilla más lejana!
Pero, no nos quedemos con temas elevados que poco aportan a nuestro perfeccionamiento de la vida cotidiana.
Tengamos en cuenta que la berajá (bendición) que podemos pronunciar antes y después de disfrutar de los bienes materiales, nos vincula no solamente con el Eterno sino también con el entorno, con nuestro prójimo, con el mundo en su totalidad.
Estamos por probar el primer bocado pero antes musitamos la bendición apropiada, que si la hacemos con cavaná (intención, sentido, direccionalidad) nos permite agradecer a Dios, pedirLe permiso para hacer uso de Su Creación, pero también nos llena de agradecimiento por todos los que participaron en la elaboración del alimento. Desde el que compró la semilla hasta el que nos trajo el plato a la mesa, pasando por todo el medio.
Así nos podemos acercar a la plenitud real, y no tomar a la ligera el bienestar que llueve constantemente sobre nosotros.
Darnos la oportunidad para que el acto natural y necesario del comer también sea una ocasión para elevarnos.
Es por ello tan importante gozar de lo permitido y apartanos de lo prohibido, agradeciendo sinceramente y con conciencia.
Apreciamos la dicha de estar con nuestra familia, con amigos, compañeros, con quien sea.
Sentirnos parte de una realidad mayor al mundo obtuso y agobiante que nos marca el EGO.
Tanto para crecer y disfrutar por tan poco costo.