La parashá Shemot nos introduce en una nueva era de la historia del pueblo de Israel. Hemos pasado de ser una familia que desciende a Egipto en busca de sustento, a ser una nación oprimida, esclavizada bajo el yugo de un faraón que «no conocía a Yosef». Este nuevo gobernante teme el crecimiento de los hebreos y establece medidas crueles para controlar su expansión: trabajo forzado, opresión y, finalmente, un decreto genocida para arrojar a los recién nacidos varones al río Nilo.
En este escenario de sufrimiento, nace Moshé, un niño hebreo que es salvado de la muerte por la hija del faraón y crece en el palacio real. Sin embargo, al crecer moralmente, reencuentra sus raíces. Moshé siente el dolor de su pueblo y, en un acto de justicia, mata a un egipcio que golpeaba a un esclavo hebreo. Este evento lo obliga a huir a Midián, donde comienza una nueva etapa como pastor y encuentra refugio con la familia de Itró, su futuro suegro.
Pasaron ya cuarenta años desde su asentamiento y acomodamiento en Midián. Se encuentra ahora pastando con las ovejas de la familia en el desierto, cuando, tiene un encuentro que cambiará su vida y la de todo el pueblo de Israel y del mundo: la zarza ardiente. Hashem se le revela y le encomienda la misión de liberar a los hijos de Israel. Aunque Moshé duda de sí mismo, incluso intenta rechazar la misión, Hashem le asegura que estará con él y le da señales para que el pueblo y el faraón crean en su liderazgo.
La parashá concluye con el inicio del enfrentamiento entre Moshé y el faraón. A pesar de las palabras de Moshé, el faraón endurece aún más las condiciones de los esclavos. Parece que la situación empeora antes de mejorar, pero este es solo el preludio de la redención.
Shemot nos enseña que incluso en los momentos más oscuros, cuando parece que no hay salida, la redención ya está en marcha. El nacimiento de Moshé en medio del decreto del faraón y su rescate milagroso son señales de que Hashem no abandona a Su pueblo. Pero también nos muestra que el cambio no ocurre de la noche a la mañana. Requiere liderazgo, esfuerzo, confianza en Dios y en sí mismo y, muchas veces, atravesar momentos difíciles antes de alcanzar la luz.
Hoy en día, podemos aprender de esta parashá que las crisis no son el fin, sino el inicio de un proceso de crecimiento y superación. Cada uno de nosotros puede ser un «Moshé» en su propio ámbito, enfrentando desafíos con valentía, luchando por la justicia y confiando en que incluso las tareas más grandes pueden ser realizadas con la ayuda divina.
¿Estás listo para escuchar el llamado de tu propia zarza ardiente? El primer paso es creer en ti mismo y recordar que nunca estás solo. La redención comienza con un acto de confianza, tanto en el cielo como en la tierra.
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