Si buscamos con detenimiento en el judaísmo la creencia en la “salvación”,
encontraremos vacío,
pues no es una creencia judía.
Menos aún, es el de la “salvación personal”,
absoluta creencia extraña y que ha contaminado la pureza (conexión con la vida) del judaísmo.
Lo más cercano, aunque aun totalmente lejano, es el concepto de la redención nacional,
que es el pueblo judío viviendo en la tierra judía con libertad, independencia, prosperidad, respeto a las leyes, voluntad humana sincronizada a la del Eterno,
digamos, una visión realista y pragmática de la Era Mesiánica.
Esto es, en tanto la Familia continúe su camino en su hogar viviendo según sus leyes,
está asegurada la continuidad también del individuo,
aunque el cuerpo perezca.
Porque lo que importa no es la ventaja individual,
sino el beneficio colectivo,
del cual uno también se deleita.
No se veía la muerte como la finalidad de la vida,
sino la santidad (conexión con Dios) de la vida como valiosa en sí misma;
por tanto, todo lo relativo a la vida eterna,
el placer, el pago de deudas pendientes, y todo el resto,
simplemente como un resultado lógico de la manera en que uno se comporta durante la vida.
Esto es, una vida con sentido lleva a una vida eterna plena,
una vida adulterada en este mundo,
lleva a la miseria en la eternidad.
Pero, el bicho de la superstición penetró y de la mano de “grandes religiones” (mazdeísmo, cristianismo) se fue convirtiendo en obligatorio el afán por lo que acontece luego de esta vida,
como el retorno de Egipto a los que pudieron salir del Egipto material,
allí en donde el fin ulterior era la vida de ultratumba
y esto era simplemente un valle de sufrimientos en preparación a esa mundo sobrenatural y verdadero.
Entonces, más y más fue ganando terreno la creencia de la “salvación”,
aunque con un tono y peso diferente del cristianismo,
igualmente la gente comenzó a preocuparse por su destino personal,
por lo que le aterraba la posibilidad de perder su “paraíso”,
de caer en tentaciones,
de privarse de glorias maravillosas.
Sea que todo esto exista o no,
lo que pasó a tener prioridad es el egoísmo,
el ganar para sí un trozo de posteridad.
No es que esté mal, o que no sea así como funcione la cosa,
lo que no es, es el camino original y fundamental del leal al Eterno.
Porque el que sigue el camino del Eterno,
actúa como Él hizo
y toma Sus mandamientos como norma de vida.
En resumen, construye SHALOM,
porque es bueno y justo,
en pensamiento, palabra y acción,
para dentro y para fuera.
Con esta manera de actuar sagrada,
establece el paraíso real en este mundo,
hace manifiesta la Era Mesiánica individual y colectiva;
como también asegura su posteridad deleitable,
porque, recordemos,
la cosecha luego de esta vida es de acuerdo a lo que hemos hecho durante nuestro pasaje aquí.
Al estudiar los principios espirituales,
al comprender las reglas de este mundo,
al aplicar la ética a sus acciones,
dota de sentido a su existencia,
y por tanto elabora una vida plena para sí y ayuda al prójimo a realizarlo.
Entonces, si quieres una vida de plenitud y una posteridad luminosa,
la tarea es construir SHALOM,
dejando de lado todas las creencias del EGO, las supersticiones, los deseos egoístas negativos, el afán por imponerte sin razón,
no has de hacer todo como un negocio para recibir tu “salvación”,
ni estar midiendo lo que haces para ver si con ello agradas a otros o estás aportando a tu vida salvífica.
El redentor del mundo no viene a “salvarte”,
sino que vendrá a encaminar las cosas para que todos contribuyamos a construir SHALOM.
¡Hazlo desde ya!
Es intrigante qué pasará después que nos toque abandonar este cuerpo. Pero al menos mi trabajo fue ir desechando poco a poco conceptos que aprendí del cristianismo. No sé ahora. Me da vueltas cada vez más la enseñanza de decir menos y hacer más.
Un saludo, Gracias.