En el momento del rezo

El momento de la tefilá, que es el rezo o plegaria,
debiera haber una clara intención de tomar conciencia de conexión,
es nuestra oportunidad para hacer manifiesto ese lazo que es inquebrantable y nos mantiene unidos con un «otro»,
aquel que es totalmente otro,
por tanto, impensable, inimaginable, imposible de describir, incapaces de adscribirle alguna cualidad (más allá de las que la Tradición habilita),
es decir,
el rezo es para darnos cuenta de manera veraz de nuestra ligazón con Dios.


El absolutamente “otro”,
tan otro que no podemos, ni debemos, delimitarlo… porque es ilimitado, infinito, eterno,
por tanto, completamente inalcanzable para nuestro intelecto y hasta para nuestra imaginación.

El que es inacabadamente otro,
lejano hasta lo inalcanzable
pero cercano como un padre;
porque, en esas paradojas de la existencia,
Él (o Ella, da lo mismo) es el dador de la vida,
de tu vida,
de toda vida,
por tanto: Padre (o Madre, da lo mismo).

Y la sostiene, y la preserva, y la renueva,
y nos hace ser,
aunque lo neguemos,
a sabiendas o no,
con buenas intenciones o no.

Por eso está el rezo,
para que al menos durante un ratito dejemos de perseguir nuestras ilusiones,
materializadas o solamente de espuma,
para enfocarnos en lo que somos y podemos alcanzar a ser.

Por eso mismo, es indudablemente también el momento de conexión con el otro otro,
con el prójimo,
por lo general con aquel que tenemos cerca pero por algún motivo vivimos distanciado de él (o ella, da lo mismo).
Nuestro padre, amigo, esposa, hijo, patrón, colega, empleado, alumno, maestro, vecino… el otro que está conectado contigo
pero que de tanta cercanía te pierdes y te confundes.
Es hora de tomar noción de ellos también
y de que somos muchos,
pero allá en el fondo,
todos somos unidad.

Lo mismo con el prójimo que no es tan próximo,
pero que no deja de ser parte del uni-verso.
Para eso está el rezo, no solamente para murmurar palabras, cumplir rituales, llenar el ojo, sentirnos especiales, reclamar como si nos cupiera derecho, agradecer a regañadientes, loar por tradición, hacernos ver con nuestro show de la fe, reclamar cosas (creo que lo repetí, por algo será), ganarnos algún paraíso, escaparnos de algún infierno, y etcéteras varios.

Para conectarnos está la tefilá y es una lástima no hacerlo.
Porque, perdón que te lo diga recién ahora,
también habría que conectarse con ese otro,
que eres tú
pero n te diste cuenta
agarrotado por los mandatos que provienen del Yo Vivido
que oculta, en lugar de revelar,
tu Yo Esencial (NESHAMÁ, espíritu).

¿Me expliqué?
Me lo cuentas, por favor.

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Delallel

Claro que n0 me di cuenta!
Sí, que se explica bien, sólo que al no aceptar o no darme cuenta cuánto siguen influyendo estos mandatos.
Quizá tantos años de ejercicios mal hechos, si quiera permiten el crecimiento.
Gracias nuevamente.

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