El pueblo judío lee públicamente esta semana de la Torá la sección que es llamada Tetzavé.
Veamos qué enseñanza podemos aprender junto a las luminarias de Israel.
En su mero comienzo dice la sección:
“Tú mandarás a los Hijos de Israel que te traigan aceite de olivas claro y puro para la iluminación, a fin de hacer arder continuamente las lámparas.”
(Shemot / Éxodo 27:20).
Numerosas y notables han sido los comentarios, explicaciones, enseñanzas que se desprenden de estas palabras sencillas.
Hoy quiero traerte las de un gran rabino, S.R Hirsch, quien fuera un moderno expositor de Torá, que enseña al respecto del final de este versículo:
“el objetivo del maestro que enseña Torá (instrucción de vida) a sus discípulos es de mostrarse comprensivo y tolerante ante sus alumnos. Su meta no consiste en dejarles en un nivel elemental, mateniéndolos constantemente bajo su dependencia para que recurran siempre a él y no puedan vivir y crecer sin sus palabras e instrucciones.“
Es decir, el maestro que enseña el camino de la vida, en este mundo y en la eternidad, no anhela tener a sus seguidores esclavos, sumisos, cual ovejas delante del pastor.
Por supuesto que andará delante de ellos enseñando el sendero, advertirá, mostrará, iluminará e incluso a veces reprenderá; pero no tiene por misión convertirse para sus alumnos en “mi moreh dice” como si fuera la palabra sagrada que se debe cumplir o irse al infierno.
Claro que su palabra es importante, es necesaria, pero no al punto de vivir esclavizado de él.
Un verdadero maestro de vida, no actúa al estilo de los pastores, curas, “rabinos” mesiánicos, presuntos maestros de noajismo, gurúes, entre otros astutos manipuladores, quienes anhelan poder, renombre, dinero, el control sobre la vida de quienes les siguen.
Los adoradores del EGO que escalan para hacerse pasar por maestros, aunque sean muy sabios, no dejan de ser pozos abiertos que tragan a quienes les siguen hacia los abismos más oscuros.
Así pues, el mensaje para esta semana, que proviene directamente de la Palabra de Dios, es que aprendas de tu maestro pero no lo idolatres; ten respeto a su palabra, pero entrénate para cuestionarla con altura, con ansia de conocer la verdad y no acates sumisamente para dejar satisfecho al EGO de aquel llamas «maestro».
Ni tampoco toleres que te manipulen, te presionen, te acallen injustamente.
Tienes la misma relación con Dios que cualquiera que se haga llamar (o realmente tenga el título de) rabino, more, líder espiritual, etc. Quizás alguno de ellos sepa un poco más que tú en tal o cual aspecto, pero eso no los convierte en infalibles, en perfectos, en los mediadores entre tú y Dios y tú y el mundo.
No caigas en los patrones de conducta de las ovejas que reniegan de su alma para convertirse en títeres de líderes (supuestamente) espirituales.
El verdadero maestro espiritual buscará fortalecerte y hacerte consciente de tu identidad, de tu misión sagrada, para que andes por ti mismo, siempre dentro de los límites que te corresponden.
Sé claro, sé sencillo, sé íntegro, sé anhelante del Eterno, cumple con tus mandamientos, estudia Torá «leshem shamaim», sé constructor de Shalom, sé persona.