Parashat Vaigash 5762

El enviado secreto

Está escrito en la parashá: "Ahora pues, no os entristezcáis ni os pese el haberme vendido acá, porque para preservación de vida me ha enviado Elokim delante de vosotros." (Bereshit / Génesis 45:5)

El malicioso traidor acusó a los judíos ante el rey: ‘Esos perversos judíos mantienen oculto a un milagrero. Lo esconden pues no desean que tú, oh rey, prosperes. Y cuando ocurren desgracias, y nuestro amado rey sufre, es por culpa de las maldiciones de ese sucio brujo… Oh rey, magno soberano, haz algo con esa enfermedad que nos carcome…’
Y el rey decretó que si los judíos de su reino no presentaban ante su presencia al milagrero antes de tres días, irremisiblemente morirían todos, sin distinciones.
Los judíos no sabían ni tenían lo qué hacer.
En verdad, no comprendían de qué milagrero les hablaban.
Ni de qué eran acusados.
El único milagro del que eran testigos, era el de la vida cotidiana.
En la desesperación, una comitiva de notables se presentó ante el rey para pedir clemencia, pero éste los rechazó de plano: ‘O traen al milagrero, o mueren’.
Como ninguno conocía al tal obrador de milagros, ni había milagro a la vista que los rescatara de su pesadilla hecha realidad, no supieron más que hacer que refugiarse en la plegaria, el ayuno y la contrición.
Y por primera vez en mucho tiempo sentían que estaban en verdad buscando a Dios, que estaban en camino de la reconciliación con su esencia.
Y entre plegaria y gemido, uno de los presentes se incorpora iluminado por una idea.
– ‘Me vestirá con una túnica, tomaré un bastón y me presentaré ante el rey’.
– ‘¿Estás loco? ¿El miedo te ha trastornado? ¡Tú no induces milagros!’
– ‘¿Cuál es el problema con eso? Acaso, ¿que el rey nos mate? Nada perdemos…’
Y estuvieron de acuerdo con él.
Cuando apareció a la puerta del palacio, el traidor gritó: ‘Rey, mi rey, no te dejes embaucar por este judío chantajista… ¡él no es el milagrero oculto!’
Y respondió el valiente judío: ‘Si su majestad me autoriza, le mostraré el milagro más difícil de lograr.’
El rey: ‘¿Cuál es ese?’
Judío: ‘¿Hay algo más poderoso que el vencer a la muerte?’
Rey: ‘Pues, no. Es la última de las barreras.’
Judío: ‘Yo te mostraré cómo venzo a la muerte. Atestiguarás el milagro de vencer a la muerte… Permite a alguno de tus guardias que me preste su espada.’
Sopesó la espada en sus manos, y pidió del rey: ‘Para que la prueba sea contundente, y para que veas que en realidad los judíos nada tenemos en tu contra, pues hasta ahora eras un rey benigno y justo, déjame cortarle la cabeza a tu consejero, al que nos acusó de serte infieles, y comprobarás como lo pongo como nuevo en un santiamén.’
El traidor desesperado gritó: ‘¡No hace falta! ¡No hace falta! Yo sé que es un milagrero… y reconozco que te mentí, los judíos nada tienen en tu contra… perdona que me haya equivocado en mi celo por defenderte, oh rey… ¡No hace falta!’

Y efectivamente se hizo el milagro…

Shabbat Shalom les desea Yehuda Ribco

Destellos de la parashá

Sidrá 11ª sidrá de la Torá; 11ª del sefer Bereshit / Génesis.
Entre versículos 44:18 y 47:27.
La haftará se lee de Iejezkel / Ezequiel 37:15: – 37:28.

Iosef se reencuentra con sus hermanos.
Luego con su padre.
Y no los acusa de los pesares del pasado.
Y nada les reclama.
Pues comprende que es parte de un Plan que lo incluye, pero que lo supera.
Iosef suponía que sus sufrimientos eran para servir de salvación a su familia. Y no estaba errado. Pero, el plan no terminaba ahí… recién estaba comenzando…

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