El tema principal de esta sección lo constituyen las ofrendas de los Bnei Israel, con las cuales Hicieron el Mishkán (Templo portátil usado por los Israelitas durante su travesía por el desierto en tiempos de Moshé). En la Haftará (sección semanal de los profetas) se narra algo análogo relativo a la construcción del Beit Hamikdash (Templo permanente inaugurado por el Rey Salomón) de Ierushalaim.
Dice Shimón Ben Elazar:
"Israel estará estricta y vigorosamente adherida a cualquier mandamiento por el que estuvo dispuesta a aceptar el martirio antes que profanarlo, aún miles de años más tarde en nuestro tiempo".
Este fue el caso de Hur, abuelo de Betsalel, constructor del Templo. Cuando algunos judíos insistieron en la construcción del becerro de oro, él trató de disuadirlos y de encauzarlos, explicándoles las graves consecuencias de sus actos. Esta oposición enfureció a quienes luego decidieron asesinarlo. Fue su nieto colmado de Sabiduría para realizar el Mishkán.
Encontramos otra acepción de ofrenda en la siguiente anécdota referida a Rabí Itzjak, padre del famoso Rashi, citada por el Rabino Mordejai Katz:
. "Rabí Itzjak era propietario de una gema única por su belleza La fama de su joya se difundió por doquier, e incluso el sultán supo de su existencia. Este envió rápidamente a sus emisarios con instrucciones de comprar la gema por una enorme suma de dinero. Cuando estos mensajeros hicieron su oferta, Rabí Itzjak se sintió abrumado. Se vio a sí mismo utilizando esa fortuna en la realización de incontables mitzvot y se sintió extraordinariamente agradecido a Hashem. De pronto, sin embargo, su rostro mostró una expresión de recelo.
¿Qué quiere hacer el sultán con esta gema?, preguntó.
Quiere convertirla en el ojo de su ídolo – fue la respuesta.
Nunca les daré esta gema para tal propósito, exclamó, y pidió a los mensajeros que se fueran."
Abreviando la historia, el Sultán idea una estratagema para obligar a Rabí Itzjak a venderle le joya, y éste termina tirándola al mar para evitarlo.
Vemos que así cómo los Bnei Israel donaron ofrendas para el Mahaseh Haheguel, también donaron cobre plata y oro, así como piedras preciosas para la construcción del Mishkán. La historia de Rabí Itzjak podemos aplicarla en muchos ámbitos. Él era el dueño de su gema, y no había nada de deshonesto en que la vendiera al sultán. ¿Porqué no iba con ello a ganar, honestamente, un dinero que podía utilizar para realizar mitzvot?
La gema del cuento, puede también ser el fruto de nuestro tiempo y de nuestro trabajo. ¿Qué hay más honrado que realizar un trabajo honesto y recibir ganancias de ello? Sin embargo Rabí Itzjak va un poco más lejos. ¿Adónde va esa gema y para qué va a ser utilizada? Por eso también seremos responsables.
Shabat Shalom
Carlos Schellenberg.