Shabbat: Iyar 5, 5768; 10/5/08
Un comentario de la Parashá Emor (Vaikrá 21:1 – 24:23)
*Nuestra alma pura*
¡Bienvenido nuevamente lector apreciado!
Continuamos nuestro viaje de descubrimiento y aprendizaje a través del análisis de algún párrafo de nuestra parashá.
Cada año retornamos a las mismas palabras, sin embargo la fuente de sabiduría que es la Torá, no se agota, sino que continúa brindándonos más y más conocimientos frescos.
Sobre este particular, la parashá nos brinda una enseñanza.
Atiende a sus palabras:
«Manda a los Hijos de Israel que te traigan aceite de olivas claro y puro para la iluminación, a fin de hacer arder continuamente las lámparas.»
(Vaikrá / Levítico 24:2)
Es una mitzvá continua del Mishkán (Santuario) y luego del Beit haMikdash (Templo), que los israelitas proveyeran del aceite puro para la iluminación de la Menorá.
Al menos una de las llamas del candelabro ardía perpetuamente, manifestando la Presencia Divina en el Santuario, señalando la vigencia de los valores y normas del judaísmo, sin importar época o lugar.
Tal es una de nuestras obligaciones, incluso actualmente cuando no contamos con un Beit haMikdash.
Debemos hacer que la luz clara y pura alumbre constantemente.
Es una misión que desde lo Alto se nos ha encomendado, que vivamos de tal manera que todos nuestros actos sean de luz, de armonía, de shalom.
De manera continua, no solamente en festividades u otras ocasiones especiales.
Sino cada día, a cada momento.
Sin dudas que no es una tarea fácil, pero tampoco es imposible.
La torá nos brinda las guías correctas para lograrlo.
Si prestamos atención al versículo que citamos, la energía para alumbrar con pureza y claridad se consigue al transformar la dura y opaca estructura de la aceituna en una fresca proveedora de luminosa esencia.
¿Cómo hacer para que nuestras almas irradien luz espiritual?
¿Cómo lograr que la luz de nuestro espíritu traspase las limitaciones de todo tipo (físicas, emocionales, sociales, intelectuales) que la circundan y aprisionan?
Por medio de otra prescipción que nos entrega la Torá esta semana:
«Guardad Mis mandamientos y ponedlos por obra. Yo soy el Eterno.»
(Vaikrá / Levítico 22:31)
Hay que guardar los mandamientos, los 613 que el Eterno nos entregó.
¿Cómo se guardan?
Por medio del estudio de Torá.
Pero con esto no alcanza, ya que se nos indica que además debemos ponerlos por obra.
¿Cómo se hace?
Pues, cumpliendo con los preceptos y normas que la Torá establece, de la mejor manera que podamos.
Cuando actuamos de esta manera, aplicándonos al estudio de la Torá y cumpliendo con sus mandamientos, estamos extrayendo la mejor luz espiritual que está contenida en nuestro ser.
Cada uno de nosotros es hijo del Eterno, poseemos una esencia pura, luminosa, brillante, vital, que se denomina «neshamá«.
Somos en esencia buenos, brillantes, sin tachas. Es nuestra identidad más auténtica, no podemos permitir que nadie nos diga lo contrario. No podemos creer otra cosa.
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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wow,un articulo bien luminoso ,indeed..
congrats rabbi!
#oye ,creo q’ te equivocaste de profesion…
sos mas rabbi q’ psicologo,,aunq’ seas licenciado y no tengas smija de rabbi jeje
ce la vi..