Un modo correcto de corregir.

Está escrito en nuestra parashá: "Ciertamente amonestarás a tu prójimo, para que no cargues con pecado a causa de él." (Vaikrá / Levítico 19:17).

Es una obligación que ayudemos al que está cerca nuestro y errado, a que enderece su camino, abandone el error, y se comporte como corresponde.
Sin embargo, tan obligatorio como esto es:

  • corroborar que efectivamente esté equivocado de acuerdo a los parámetros de la Torá y los Sabios;

  • y en caso de estarlo, se debe cuidar de no avergonzarlo, ni ofenderlo; sino que,

  • se le debe corregir por medio de la suavidad y la comprensión.

Cuando estamos ante una persona errada, (pero no ante un rebelde en oposición voluntaria), el modo inteligente de ayudarlo es ante todo, respetarlo.
Reconocer sus errores, y comprender la razón de los mismos.
No juzgar, sino estar listos para corregir, cuando sea la ocasión propicia.
Y esto se hace, al permitirle entender que es una persona de bien, que tiene un enorme y rico potencial por desarrollar, pero, que en este momento lo está desperdiciando al actuar incorrectamente.
Es decir, en lugar de agredirlo, amarlo.
En lugar de incentivar su oposición, fundamentada en la defensa a partir de su ingenuidad o ignorancia, hay que posibilitarle acceder a lo más precioso que hay en su ser.
En lugar de acusar y pegar, lo mejor es educar y estimular hacia lo bueno.
En lugar de señalar lo negativo y revolver el cieno, lo indicado es alumbrar lo positivo que está en penumbras.
Claro, éste es el procedimiento adecuado cuando de una persona errada se trata, pues, para el pecador que es rebelde empedernido hay que utilizar otros métodos, que no trataremos en esta oportunidad.
Esto lo podemos aprender de las palabras del rey sabio: "No reprendas al burlador, porque te aborrecerá; corrige al sabio, y te amará." (Mishlei / Proverbios 9:8), aquel extraviado que no es un burlador, un rebelde, es un sabio en potencia.
Pero, en general el camino de la correcta corrección es casi siempre oportuno.

Y, sin dudas, el mejor allegado por el cual podemos comenzar a practicar este método, somos nosotros con nosotros mismos.

Para terminar, les dejó un suceso que le acaeció al gran Jafetz Jaim Z"L, ojalá que nos sirva de modelo.
Al parar en una posada halló que en la mesa contigua un hombre, con kipá, comía, bebía y fumaba groseramente. Sus labios escupían maldiciones e insultos a cada instante, Y su aspecto era temible. Viendo el destrato que propinaba al mesero, el sabio varón se levantó para corregir al tosco hombre, cuando se le aproximó a las corridas el posadero y le dijo: ‘Maestro, no se meta. Este hombre es un matón del zar. Cuando era un niño fue llevado al ejército, de eso hace como 26 años. Nunca aprendió Torá, ni mucho de judaísmo, es un bárbaro. En el ejército lo despreciaban por ser un "id", y le daban los peores trabajos y apodos. Le aconsejo, maestro querido, que no se acerque a él, podría herirlo.’
Cuando el Jafetz Jaim escuchó esto, se abalanzó sobre el soldado judío, lo abrazó con fuerza, mientras le daba un par de besos en las mejillas.
El feroz soldado quedó desarmado, no sabía qué hacer, no entendía qué estaba sucediendo.
Y entonces, con una voz tierna el rabino le dijo: ‘Si a pesar de los horrores que sufriste, siendo separado de tus padres, de tu familia, de tus amigos. Si a pesar de los enormes maltratos. Si a pesar de que te prohibieron ser tú mismo al estudiar Torá y cumplir mitzvot. Si a pesar de todo, aún llevas tu kipá, y te reconoces como judío… ¡cómo no quererte y abrazarte! ¡Cómo no reconocer que en tu interior hay una brillante alma judía que quiere iluminar al mundo! Ay… ¡ojalá yo tuviera la mitad de tus méritos!’
El estremecido soldado seguía sin captar totalmente el mensaje, pero notó la dulzura de la voz, la calidez de la mirada, el amor en el abrazo, y no pudo contener el llanto.
Y largo rato estuvo llorando sobre el hombro del maestro.
Dicen que permaneció como discípulo del rabino muchos años, aprendió mucho, cumplió mucho, y se cuenta que después de largos años murió como un Tzadik -justo-, en paz consigo mismo, con el mundo, con el prójimo y con el Eterno.

Si ustedes quieren agregar o comentar algo, con gusto lo recibiremos aquí debajo en la sección para los comentarios, gracias.

Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco

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