¿Abandonar a los padres?

עַל־כֵּן יַעֲזָב־אִישׁ אֶת־אָבִיו וְאֶת־אִמּוֹ וְדָבַק בְּאִשְׁתּוֹ וְהָיוּ לְבָשָׂר אֶחָד

«Por tanto, el hombre dejará/restaurará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.»
(Bereshit / Génesis 2:24)

Habitualmente se entiende, y traduce, este párrafo como que el hombre y la mujer al establecer su nueva familia deberán abandonar –de cierta manera- a sus padres.
Esto podría comprenderse incorrectamente, como cortar definitivamente los lazos con los padres, como si se hiciera borrón y cuenta nueva.
Por supuesto que tal idea es incompatible con la letra y el espíritu de la Torá, que más tarde mandó que se honrara al padre y la madre, tanto en vida como luego de ella.
Así pues, es imposible sostener que este versículo requiere el abandono de los padres al momento de iniciar una nueva familia.

Pero, por otra parte, también tiene algo de correcto.
La nueva familia deberá enfocarse en su conocimiento, crecimiento, proyección hacia el futuro común, vivencias en conjunto, etc.
Si no cortan, de alguna forma, los lazos con el “pasado”, si no crecen y se atreven a realizar su nueva vida, el matrimonio pasará numerosas dificultades y la familia no prosperará.

También es acertado al interpretarse que los jóvenes deben buscar fuera de su círculo familiar cercano a aquella persona que le completará, con la cual se unirá para realizar una nueva familia.
Su círculo necesariamente ha de ampliarse, dentro de determinados límites marcados por la Ley y la Tradición, lo cual incluye el salir del nexo incestuoso.

Pero cuando entendemos que el verbo empleado por la Torá, iaazov, no solamente quiere decir dejar o abandonar, sino también se usó para ayudar, enmendar, restaurar, como en:

«Si ves caído debajo de su carga el asno del que te aborrece, no lo dejes sin ayuda. Ciertamente le ayudarás con él.»
(Shemot / Éxodo 23:5)

rápidamente podremos darnos cuenta del real sentido del verso.

Se nos pide que tengamos en cuenta a nuestros padres, aunque la prioridad esté puesta en la nueva pareja.
Se nos recuerda que tal como ellos se juntaron para formar una sola carne, ese tú que eres, así tú también puedes restaurarlos al traer al mundo nuevas criaturas a imagen y semejanza del Creador.
Se nos hace atender al hecho de que debemos estar agradecidos a nuestros progenitores, no solo por darnos un cuerpo en este mundo, sino también por todo el resto de las cosas que –supongo- nos han procurado para nuestro bienestar y crecimiento, lo cual nos permite llegar a esta situación de comenzar la aventura de una nueva familia.

Entonces, sí, es tiempo de dejar el nido original para volar hacia nuevos rumbos, pero sin perder la esencia, ni negar la historia, ni cancelar las aspiraciones de futuro.
Más bien, dar vida al presente, respetando lo que fue y construyendo lo que será.

Como nota final, supongo que no faltarán aquellos que han sufrido de esto o aquello a causa de sus padres, quienes con mérito y razón (o no), podrán plantear otras cosas.
Por supuesto que es atendible, siempre y cuando la actividad sea de construcción realmente de SHALOM, por medio de acciones (pensamientos, palabras, actos) de bondad Y justicia.
Como en todo, digamos…

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