«Entonces Moshé respondió al Eterno diciendo: –Que el Eterno, Elohim de los espíritus de toda carne, ponga al frente de la congregación un hombre que salga y entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación del Eterno no sea como ovejas que no tienen pastor.»
(Bemidbar/Números 27:15-17)
Como suele ocurrir, las enseñanzas de un pasaje de la Torá se multiplican y diversifican.
Son valiosas en tanto se encuentren contenidas en los límites de lo permitido.
Sin embargo, debemos andar con perecuación porque lo que en principio puede ser correcto, puede terminar en desvíos y dramas.
Cada persona judía es libre de comprender los textos sagrados, pero la manera para no caer en el error generado por la opinión es aferrarse a la enseñanza directa del maestro. Un maestro que haya recibido su instrucción dentro de la cadena de la Tradición, para que así el error no se cuele y contamine el conocimiento.
Por tanto, más que provocar la imaginativa opinión sin fundamentos, lo indispensable es llenarse de buen contenido, aprender los procedimientos para encaminar sanamente la inteligencia, educar las actitudes para que lo emocional no sea un escollo y entonces dejar a la creatividad que realice una obra sana.
Como ya enseñamos en otras ocasiones: Contenido-Actitud-Práctica.
Estas tres facetas han de educarse y entrenarse, llenarse y digerirse, para convertir a la persona en un estudioso responsable y proactivo.
Algo así nos instruye también la cita con que hemos comenzado este estudio.
Moshé pide del Eterno que el líder del pueblo que lo suceda sea un maestro, como lo es él.
Alguien que conozca a las personas, sea empático con ellas, se preocupe y ocupe las atienda y entienda, les enseñe y sepa aplicar la vara de la justicia, con amor y respeto.
Que el conjunto para él sea importante, sin despreciar por ello a cada uno de los individuos.
Que anhele alcanzar sus metas, pero que ellas incluyan las propias metas de cada uno.
Que sea quien interviene en los asuntos de sus dirigidos con bondad y justicia, sin dejar de ser el que impone el orden y manda cuando eso es necesario.
Porque su función de líder debe ser ejercida, pero manteniendo su cualidad empática.
Porque el líder judío completo no es el militar ni el político, sino el buen maestro, Uno que muestra pero no amaestra. Uno que demuestra y no que solo muestra lo superficial, aquello que cree que los otros quieren ver.
El maestro judío será el líder ideal para el pueblo, para encaminarlo y fortalecer a cada uno como aprendices que a su vez se transforman en maestros.
Todos podemos ser ese maestro, para nuestra propia vida, para estimular positivamente a quienes están a nuestro lado.
Esta enseñanza está basada en el comentario de Rashi in-situ, a su vez en Midrash Tanjuma, Pinjas 10; cf. Ialkut Shimoni sobre la Torá 776.
A los noajidas nos pasa que deseamos-queremos-existimos (incluso inconscientemente) como maestros; nunca bajamos el orgullo de manera consciente para ser alumnos. Para ellos se requiere humildad, entendida como la capacidad de ver la realidad tal como es. O al menos la propia
no se si solo pasa con los gentiles, o es para todas las personas este orgullo que bloquea el aprendizaje,
no olvidemos al EGO, siempre presente…
gracias por leer, comentar y colaborar de muchas maneras
Va. Uno de los consejos que mejor me han ayudado a la hora de relacionarme es ver al otro como a un maestro. Eso me ha dado la posibilidad de aprender mucho en algunos encuentros o situaciones. A Ud. Le debo el tremendo apoyo espiritual de todos los últimos años. Cada vez que pudo, me ha prestado la atención con Amor. Sumando palabras de crecimiento o señalando me los límites necesarios. Es ud un Grande y quienes vivimos algunas de sus miles de enseñanzas compartidas le debemos mucho. No se si la paga podremos darsela en este u otro mundo.… Read more »
Muchas gracias. A seguir creciendo