“Mi refugio y mi escudo eres Tú; en tu palabra he puesto mi esperanza.”
(Tehilim/Salmos 119:114)
Hay gente que pone la “fe” en su dios (el Uno y Único o cualquiera de los falsos dioses) por delante de cualquier otra cosa.
Esto pareciera ser positivo, ¿qué habría para contradecirlo?
Pero, ¿por qué los fundamentalistas islámicos cometen las atrocidades que horrorizan a cualquier persona de bien?
No lo hacen por ser mala gente –porque no buscan dañar por el solo hecho de hacerlo-,
ni por odiar a los demás –aunque eventualmente lo hacen-,
ni siquiera –en principio- para conquistar territorios para su imperio –aunque en el fondo, siempre está el EGO con su afán de poder irreal-.
Sino que, están plenamente convencidos y seguros, de que todo lo que hacen es en nombre de su dios, al cual describen como el más compasivo y misericordioso, fuente de todo bien.
Realmente buscan halagar a su deidad, ser tremendamente fieles a él, no despegarse ni un milímetro de lo que creen es la voluntad del dios.
De tanta fe y sumisión a ese ser, es que se atreven a actos impensados para cualquier persona de bien.
Y… aunque no lo parezca, ellos –en general hablo- no son personas malas aunque se portan espantosamente mal, terriblemente pésimo.
Se inmolan en tanto asesinan a todos los que pueden.
Ejecutan sin piedad ni merced.
Se entrenan para dar su vida si con ello logran eliminar a los que no siguen a su dios.
Todo lo que sea está permitido, todo, siempre y cuando sea en mérito a extirpar la infidelidad a su dios.
Es que lo aman tanto, lo ponen ante absolutamente todo, que nada tiene valor comparado con él.
Seguramente que –en general- si no estuvieran contaminados por su pasión religiosa serían personas agradables, respetuosas de las leyes, cordiales, amorosas.
Pero, el EGO –padre de todas las religiones y modelo de todos los dioses (pero no del Eterno, aunque suele suplantarlo)- les arrebata la mente y corrompe sus sentidos.
Ya nada tiene valor ante el dios.
¡Cuánto potencial desperdiciado!
¡Cuánto dolor y sufrimiento!
En nombre del dios.
Pero, no son –o fueron- los únicos.
No hace tanto los cristianos se comportaban de manera similar, aunque un poco más pervertidos por el pillaje.
Recordemos sino las cruzadas aterradoras con las que asolaron medio mundo conocido.
O las despiadadas conquistas coloniales, en las cuales era la cruz o la espada las únicas alternativas para las víctimas.
No quiero extenderme, pero no faltarán personas con conocimientos del tema que podrán aportar muchísimas anécdotas al respecto.
Y si buscamos encontraremos que la religión ha sido la madre de infinidad de guerras, barbaries, locuras, desenfreno.
Todo por gente que pone a su dios como lo primero.
Pero, no pensemos solamente en esos fanáticos extremistas que se enceguecen y vuelven un caos el mundo.
No vayamos lejos.
Revisemos bien cerca, a nuestro alrededor, en nosotros quizás, para descubrir cómo ese poner al dios ante todo nos conduce a conductas perjudiciales.
Tal vez nunca volemos una escuela, o entremos a un baile a decapitar infieles, o metamos judíos en cámaras de gas, ni nos alistemos deseosos a las milicias del dios que adoramos.
Pero, cuán rápido hacemos algo necio, negativo, malo –a pesar de ser gente buena en esencia- con la excusa de tener al dios por delante.
Es el terrible problema de la fe, de la religión, de TODA religión.
No está demás recordar que judaísmo y noajismo NO son religión, aunque muchas veces se las pueda llamar así; o aunque muchos adherentes tienen gran confusión y las viven como si lo fueran.
Tengamos presente que una cosa es la senda espiritual, lo opuesto es la religión.
Y, no olvidemos, que espiritual no quiere decir sensibilidad, romanticismo, emotividad, sentimentalismo, plácido; sino conexión con Dios, el Uno y Único. Una conexión que es constante, porque nada la interrumpe; pero que se manifiesta de acuerdo a la conducta en armonía con la NESHAMÁ, es decir, el espíritu.
Leer esto para complementar: http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/bases-para-una-sociedad-tica
¿Qué sucede con la gente espiritual? Es decir, con los que viven de acuerdo a un código de vida ético y no a instancias de los dictados de cualquier religión.
¿Ellos también se enceguecen y llevan la destrucción por el mero hecho de adorar a una deidad?
¿Son los judíos que se apegan a los 613 mandamientos, y los noájidas que son leales a las leyes noájicas igualmente de feroces y peligrosos a causa de su apego espiritual?
No hablo de aquellos judíos/gentiles que también son religiosos, porque han puesto al EGO en el lugar de Dios.
Hablan de Torá, de judaísmo, noajísmo, y todo lo bueno que ellos proveen pero simplemente como carroza que lleva las necedades de su amo, el EGO.
Estos, como cualquier religioso, están a merced de cualquier delirio que les provea el EGO.
No viven espiritualmente, sino religiosamente.
Pregunto por los que realmente son conscientes y coherentes con su identidad espiritual.
¿Ellos también están en el resbaladizo desfiladero que lleva a la perversión?
Preguntas para analizar y si se puede/quiere responder.
Ahora, ¿qué tiene que ver el versículo citado para dar inicio a esta reflexión con el tema que desarrollamos?
El hombre/mujer espiritual encuentra solaz en el Eterno, pero sabe que el mundo es complicado a veces.
Salimos del paraíso terrenal, incluso allí la cosa no era tan “perfecta”; ¡cuánto menos en este mundo como está planteado!
Sin embargo, confiar en el Eterno brinda una esperanza viva, no la de las delirantes religiones.
Una esperanza de que todo finalmente tiene sentido, aunque jamás lo alcancemos a vislumbrar.
Y, que el camino es el de la construcción de SHALOM, acciones de bondad y justicia; y no el de la fiereza insoportable de la religión.
Siendo así, como constructor de SHALOM tiene pleno sentido la frase del salmista –tan prostituida por los religiosos-:
“Al Eterno he puesto siempre delante de mí”
(Tehilim/Salmos 16:8)