Parashá Koraj: Cuando las lindas palabras ocultan oscuras ambiciones

Cada semana, la lectura de una nueva Parashá nos ofrece la oportunidad de conectar con enseñanzas milenarias de nuestra Torá. Son lecciones que, a pesar de su antigüedad, resuenan con una sorprendente relevancia en los desafíos y dinámicas de nuestra vida contemporánea.

Esta semana, nuestra atención se dirige a Parashá Koraj, una de las narrativas más dramáticas y profundas del libro de Bemidbar (Números). Imaginen esta escena, desarrollada en el árido desierto: un hombre llamado Koraj se alza en abierta oposición contra Moshé y Aarón. Koraj no era un personaje menor; era un líder influyente, astuto, miembro de la prestigiosa tribu de Leví, y con lazos familiares directos con los hermanos Moshé y Aarón. Gozaba de una posición de respeto y poder, pero claramente, esto no era suficiente para él.

Junto a 250 seguidores, hombres de renombre y príncipes de la congregación, Koraj confrontó a Moshé con una proclama que, a primera vista, podría sonar… ¿justa? ¿Revolucionaria? ¿Democrática? Era un discurso calculado para capturar la simpatía popular:

«¡Toda la comunidad es santa, y Hashem está entre ellos! ¿Por qué ustedes se elevan por encima del pueblo?» (Bemidbar 16:3).

Superficialmente, estas palabras evocan ideales nobles: igualdad, espiritualidad colectiva, justicia para todos. Si nos quedáramos solo con lo que se dijo, Koraj podría ser visto como un adalid del pueblo. Sin embargo, algo crucial fallaba. Había una doble moral patente en su propuesta, un abismo entre el mensaje y la motivación. La dramática culminación de esta confrontación —la tierra abriéndose para engullir a Koraj y sus seguidores— subraya la gravedad de su transgresión.

¿Por qué una consecuencia tan drástica?

La esencia de esta historia no radica en las palabras de Koraj, sino en por qué las pronunció y cuál era su verdadera intención. Koraj utilizó un lenguaje elevado y conceptos sagrados («santidad», «comunidad», «Dios entre nosotros») como un velo para una mentira, una fachada para su cruda ambición personal. Su objetivo no era empoderar al pueblo, sino despojar a Moshé y Aarón de su autoridad para apoderarse de ella. Su búsqueda era el control, no el servicio desinteresado.

¿Cómo orquestó esta manipulación?

• Manipulación emocional: Empleó frases que resonaban profundamente con los anhelos del pueblo, como «todos somos santos» y «todos somos iguales ante Dios», tocando fibras sensibles de igualdad y aspiración espiritual. Los convenció de que eran víctimas de una injusticia, estafados por el liderazgo de Moshé y Aarón, quienes supuestamente se beneficiaban a sus expensas.
• Falsa bandera de justicia: Se posicionó como el libertador, criticando a Moshé como si fuera un opresor, a pesar de que la Torá misma lo describe como el líder más humilde de su tiempo (Bemidbar 12:3). El planteo manipulador de Koraj era «derrocar al déspota Moshé, en nombre del pueblo».
• División estratégica: Lejos de buscar la unidad para un propósito común, Koraj sembró profundas grietas en el pueblo, enfrentando a unos contra otros y debilitando la cohesión comunitaria. La unidad, la comunicación, el entendimiento genuino, no le convenían, pues no le abrían el camino al poder que anhelaba.
• Envidia disfrazada: Su motivación subyacente era la envidia por el rol de Moshé y Aarón, una emoción que camufló hábilmente bajo el disfraz de una justa reclamación de «derechos» para la congregación.

En contraste, Moshé fue la antítesis de Koraj. Nunca ambicionó el liderazgo; de hecho, inicialmente se resistió con vehemencia a asumirlo. Su autoridad no emanaba de su ego, sino de su genuino servicio al pueblo y a Hashem. Su liderazgo se fundamentaba en la humildad y la profunda responsabilidad, desprovisto de cualquier búsqueda de poder o fama personal.

Esta poderosa narrativa nos insta a una profunda introspección en nuestros propios tiempos, donde la información es ubicua y las «buenas palabras» abundan, pero las intenciones detrás de ellas no siempre son transparentes.

Entonces, nos sirve tener presentes estas preguntas y ahondar en nuestra alma para encontrar sanas y sabias respuestas:

• ¿Cómo discernimos entre quien actúa por el bien común y quien utiliza un lenguaje atractivo para su propio beneficio (o el de un grupo limitado)?
• ¿Hemos sido testigos, o incluso partícipes, de situaciones donde las acciones y palabras de alguien suenan bien, pero sus motivaciones subyacentes son egoístas o engañosas?
• ¿Qué implica realmente liderar con humildad en el contexto actual? ¿Es posible ejercer una influencia positiva sin sucumbir a la trampa del ego y la necesidad de reconocimiento?
• ¿Cuál es nuestro papel individual y colectivo en nuestra comunidad? ¿Buscamos contribuir y construir desde nuestra posición, o nos inclinamos a la crítica y la división desde la periferia?
• ¿Qué acciones concretas podemos emprender para cultivar una mayor autenticidad en nuestras palabras y actos, y para fomentar la unidad en lugar de la fragmentación en nuestro entorno?

La historia de Koraj nos deja una lección indeleble: las palabras más elocuentes y los discursos más persuasivos pierden todo su valor cuando su origen es el ego, la envidia o una ambición desmedida. Moshé, por otro lado, personifica el verdadero liderazgo: aquel que es una combinación virtuosa de servicio puro y humildad genuina.

Que este Shabat nos inspire a buscar la autenticidad en cada aspecto de nuestras vidas, a ejercitar el discernimiento para comprender las intenciones (tanto las nuestras como las de los demás), y a ser pilares de unidad y crecimiento en nuestra comunidad.

¡Shabat Shalom… y que sean épocas en que florezca el SHALOM!

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