Está escrito en la parashá: “Ustedes (Israel) son hijos de Hashem vuestro Elokim…” (Devarim / Deuteronomio 14:1)
“"Rodeaba una multitud a uno de los personajes que eran considerados de los más sabios en el pueblo.
Apareció entonces un hombre de un poblado cercano.
Picado por la curiosidad se aproximó al gentío e indagó qué era lo que ocurría.
Le respondieron que el sabio de la ciudad les estaba demostrando su sabiduría ejemplar.
Aun más curioso, el hombre del pueblo vecino, logró ponerse al lado del renombrado sabio.
Y vio que aquel estaba contemplando dentro de una vasija de barro llena de agua.
Entonces le preguntó: ‘Dime por favor hombre sabio, ¿qué es lo que estás contemplando? ¿Cuál es el secreto de tu sabiduría?’
Le respondió: ‘Estoy viendo la luna llena reflejada en el agua de esta vasija… contemplo así los misterios de la Creación’.
Entonces el hombre del pueblo vecino mostró su verdad: ‘Dime, tú que eres tan sabio, ¿acaso te has quebrado el cuello que no puedes alzar la cabeza y mirar directamente a la luna en el cielo?’”
Destellos de la parashá
Sidrá 47ª de la Torá; 4ª del sefer Devarim.
Entre pesukim 11:26 y 16:17. Haftará en Ieshaiá 54:11 – 55:5; (reemplazada este año por Majar Jodesh).
Reitera Moshé al pueblo de Israel que las exigencias de la Torá para llevar una vida recta y equilibrada no es en beneficio de alguna autoridad, o de alguien externo, sino de cada persona en particular, y de la sociedad en conjunto.
Así que no es Moshé el que gana, ni los cohanim, ni los Sabios, mucho menos Dios, si nosotros hacemos lo que corresponde.
Los triunfadores somos nosotros.
Pero, más allá de la ganancia secundaria que se pudiera obtener por observar los preceptos, el beneficio del cumplimiento de las mitzvot es, precisamente, cumplirlas.
Algo así como que siendo respetuosos de las mitzvot, del contenido de la Torá, una persona puede llegar a alcanzar el máximo de sus potencialidades.
Llegar a ser quien se puede llegar a ser.
Y para alcanzar esta meta al alcance de cualquiera, simplemente hay que involucrarse por completo, sin pretender encontrar otras ganancias, más que el sabernos hijos de Dios, personas de bien.