Si el Sistema de Creencias (SdeC) te impone que tu única vida se limita a la del cuerpo, entonces sabes que estás en un viaje corto, limitado y de extrema fragilidad.
Porque, cuando el cuerpo cese sus funciones vitales, se termina la vida.
No queda más que una carcasa a merced de los elementos, para ser descompuesta y reintegrarse al ecosistema.
Como cualquier otro animal, como uno más entre los billones de seres vivos que anduvieron por este mundo.
Sin dudas es una idea que puede llegar a ser aterradora, angustiante; pensarte como una entidad que se evapora de un día para el otro sin dejar nada de su paso por aquí.
Pero es más probable que en el SdeC exista otra creencia que supera a la anterior, que es la que indica que los humanos tenemos cierto pasaje hacia la posteridad.
¿Cómo? Pues, dejando hijos que nos sucedan, así como obras que recuerden nuestra presencia cuando ya no estemos aquí.
Entonces los hijos se transforman en ese depósito de ADN, pero también de cultura, de recuerdos, de mandatos que les establecemos (que nos establecieron) para cuidar la memoria viva de los mayores. Como si su función fuera la de ser testigos y confesores de personas que ya no están, pero que no han desaparecido por completo porque encuentran una apariencia de existencia en el recuerdo de los que permanecen con vida.
Así como los objetos y lugares que fueron levantados para honrar memorias, para ser como botes salvavidas de lo que quede de uno tras su muerte.
Con esta idea en mente esclavizamos a los hijos así como hemos sido esclavizados por nuestros ancestros.
Sin embargo no estamos a gusto permaneciendo en ese estado de impotencia suprema, del no ser que conlleva la muerte.
Entonces, el EGO en sus engaños tomó parte de la verdad y la prostituyó para formar una creencia que cala hondo en las mentes y corazones desde hace milenios.
Por ello en el SdeC de muchísimas personas sobresale la creencia de alguna forma de vida tras la muerte en este mundo.
Sea en paraísos míticos, o trasvasando alguna esencia misteriosa a otro cuerpo, o en la disgregación del aura que impregna otros seres, o cualquier otra creencia que implica que vencemos a la muerte por hacer determinados rituales, pertenecer a tal o cual religión, adorar a este o aquel dios (el EGO divinizado e institucionalizado), o por lo que fuera que se ha impuesto como enseñanza oficial allí en donde vives.
Como mencionamos arriba, hay un núcleo de verdad en esto, porque es cierto que la esencia del humano prevalece por sobre la muerte física.
Ya que no somos cuerpo, sino que somos NESHAMÁ (espíritu) que estamos viviendo de forma temporal en esta carcasa al que llamamos yo (y que es parte del Yo Vivido del humano).
Al morir, la NESHAMÁ no muere, sigue su camino pero ahora sin el ancla que representa nuestro cuerpo.
Se lleva la memoria de las vivencias, un recuerdo que es especialmente importante en lo que a experiencia sensoriales se refiere, puesto que éstas no existen en ese plano de existencia que es propio del espíritu.
Esta realidad es la que trasviste el EGO para darnos creencias de todo tipo de mitos posteriores a la muerte.
Ahora que tienes noción de las cuatro opciones:
1- somos cuerpo, con la muerte morimos;
2- podemos de alguna manera dejar recuerdos que nos sobrevivan;
3- existen vidas tras la vida en este mundo, pero dependen de creencias, rituales o cuestiones metafísicas;
4- no somos de este mundo, sino solamente visitantes que hemos venido a explorar y aprender;
puedes hacer algo con tu SdeC para vivir con mayor plenitud en esta vida y sembrar gozo verdadero en la eternidad.
Depende de ti.