En la parashá anterior, el tercer patriarca -Iaacov- estaba regresando a su hogar, la tierra que conocemos actualmente como Israel. Podría haber seguido en aquella diáspora obligada pero llena de beneficios materiales, sin embargo su evaluación de la realidad así como un sueño profético, lo llevaron a retornar y así reformular su existencia.
Como vemos, desde hace más de 3500 años el lazo de los judíos con Israel es profundo e inexplicable, al punto de aceptar una vida menos holgada y con más obstáculos, pero allí, en la tierra que Dios prometiera a perpetuidad para los judíos.
Con su decisión (en sintonía con la Divina Voluntad) no terminaron sus problemas, de hecho, pareciera que se multiplicaron, entre otros, porque su hermano Esav viene a encontrarlo, acompañado por un ejército de bravos hombres. Recordemos que su hermano había jurado hacerle daño y todo pintaba que esto sucedería ahora.
Iaacov se prepara para el temido encuentro, separa el campamento para que en caso de suceder un ataque al menos quede un remanente de su familia; envía regalos y elogios para apaciguar a su hermano y alentar su emoción positiva; se encomienda al Eterno, rezando con dedicación y sinceridad. Estas tres cosas, porque todas ellas eran útiles y no podía depender de una sola, ni de dos, precisaba de las tres: la guerra, la diplomacia y el rezo.
La noche anterior ya tiene todo listo, cuando se produce una misteriosa lucha entre él y un “hombre”, el cual no queda identificado con precisión, ¿era un ángel? ¿Era un espía de Esav? ¿Fue una visión profética? ¿Es una metáfora para la contienda que se desarrollaba en su mente, entre su conciencia y sus tendencias egoístas? No lo sabemos, la Torá no quiere que quede definido. Pero sí sabemos que a raíz de este suceso Iaacov recibe otro nombre, uno que marca su nueva identidad, más auténtica y ética, ahora será conocido como ISRAEL. Algo en él ha cambiado para siempre, para bien. Fue necesaria esa extraña confrontación, además de los preparativos, para enseñarle al hombre Iaacov como llegar a ser el patriarca Israel.
A la mañana siguiente se produce el encuentro tan temido, el cual transcurre pacíficamente. Sea que las maniobras de Iaacov cumplieron su objetivo, o sea que también Esav había madurado, el hecho es que las décadas de angustia y resquemores fueron en vano. Se podría haber solucionado el conflicto de una manera más provechosa para todos mucho tiempo antes. Pero, no fue así como ocurrió. Al parecer precisaron este extenso trayecto tortuoso, para que ambos llegaran a una comprensión diferente de las cosas. Al final, se despiden para marchar cada uno por su camino.
Pero, no hay descanso para el patriarca. Las amarguras se suceden, una detrás de la otra. Como por ejemplo cuando relata la Torá que la hija de Iaacov, Dina, fue seducida y engañada en su inocencia por uno de los príncipes del lugar. A raíz de lo cual, los hermanos Shimón y Leví organizan una venganza terrible, castigando al culpable y sus cómplices y dando así un claro mensaje al resto de los habitantes de Canaan: con los hebreos no se juega sucio.
Más tarde narra la Torá la muerte de Rajel al dar a luz a Benjamín, también muere en esta parashá Itzjac, siendo enterrado en Mearat haMajpelá junto a sus padres.
¿Cuál sería el tema central con que identificar a esta parashá?
¿Por qué?
¿Cómo mejoramos nuestra vida con estas enseñanzas?