Parashat Beshalaj 5763

Un viejo cántico nuevo
Al promediar nuestra parashá, los Hijos de Israel son todos testigos de las maravillas, portentos y señales que el Eterno hizo misericordiosamente para con ellos.
En poco tiempo probaron la piedad, la grandeza, el poderío, la bondad, y la estricta justicia del Todopoderoso.
Pues, vieron a sus centenarios y tenaces amos egipcios sufrir, perecer y hasta darles regalos para que marcharan de Egipto.
Reconocieron gracias a las 10 plagas el nulo poder de las deidades paganas, e incluso su inapelable inexistencia, pues Dios controlaba a entera voluntad los astros, la naturaleza, los animales, demostrando la falsedad de toda idolatría.
Presenciaron al poderoso Faraón caer de las alturas de su señorío, hasta las fauces el Mar de Cañas que lo tragó junto con sus más distinguidos soldados y cabecillas, mientras ellos, pobres y embrutecidos libertos hebreos eran conducidos gratuitamente por Dios hacia la prometida redención.
Saborearon el manjar de la eternidad, pues presenciaron sin tapujos la manifestación de la gloria del Rey de reyes, al atisbar por un instante fugaz la acción incomparable de la Majestad inaprensible.
En resumen, los liberados de Mitzraim/Egipto tuvieron el indiscutido honor de haber sido escogidos como una generación especial, para ser testigos presenciales del Uno y Único interviniendo abiertamente en la historia, y de ser los beneficiaros de Su favor.
Ante tanta grandiosidad apabullante, sería de esperar que el maravillado asombro acallara sus voces por un momento; que el acalorado agradecimiento inundara sus corazones impidiéndoles manifestar sus emociones contenidas; que sus mentes afiebradas de tanto milagro y prodigio no procesaran palabras de coherente adhesión al Dios que tan magnánimamente procedió para beneficiarlos gratuitamente.
Pero, no fue así.
El estupor no apagó sus gargantas, y brotó incontrolable un flujo melodioso que supieron entonar con la famosa shirat haiam -cántico del mar- (Shemot / Éxodo 15:1-18), que es una loa de incalculable belleza y profundidad. Leer cada una de sus palabras, sorber cada estrofa, inunda el alma de un estado de inefable resplandor.
Tan importante es este cántico que el midrash (Shemot Rabbá 23:1) enseña que, recién a partir de su entonación el divino Trono quedó establecido en la tierra, pues, aunque Dios existió y reinó incluso antes de la Creación, su Reino fue admitido por un pueblo recién cuando los Hijos de Israel estallaron en éste canto. Éste es el significado del versículo "Firme es Tu trono desde la antigüedad; Tú eres desde la eternidad." (Tehilim / Salmos 93:2).
Es decir, el Soberano encontró quien reconociera ser Sus súbditos.

Pero, ¿cantaron ellos realmente este cántico?
Veamos detenidamente su primer versículo:

"Entonces Moshé [Moisés] y los Hijos de Israel cantarán este cántico al Eterno, diciendo: »¡Cantaré al Eterno, pues se ha enaltecido grandemente! ¡Ha arrojado al mar caballos y jinetes!"
(Shemot / Éxodo 15:0)

Noten, dice "cantarán", pero no dicen "cantaron" como sería de esperar.
¿Es acaso casual o erróneo el uso del futuro?
¿Estamos ante una señal para generaciones futuras?
Saquemos una enseñanza a partir de las palabras de dos intérpretes encumbrados por su sagacidad y sabiduría, oigamos a Rashi y a Ibn Ezra, y construyamos un sentido.
Ambos nos explican que tenemos al menos dos maneras de entender el uso del futuro en este verbo.
Por un lado tenemos el sentido literal, por el cual se nos relata que el uso del futuro implica un tiempo de espera, una pausa. Pues, surgió en sus mentes el deseo de entonar el canto, y que luego de pensarlo lo llevaron a la práctica. Es decir, el futuro indica que no ganó la espontaneidad a la razón, y que un desparejo coro sin-sentido rugió en la ribera del río. Sino que Moshé acuñó las frases, las introdujo diligentemente al pueblo, y que todos en conjunto, cada cual desde su tono y posibilidad, conformaron el coro de memorable canto.
Y tenemos por otro lado el sentido indicativo. Por medio de éste aprendemos que efectivamente nuestros ancestros cantaron junto a Moshé el cántico, pero que ese fue tan sólo una introducción a un cántico similar futuro; es el primer ensayo de lo que será nuestro cántico de alabanza y agradecimiento cuando ingresemos plenamente en la Era mesiánica. Y es el canto que cada cual debe entonar a diario, al despertarse, mirar entorno, y no poder dejar de reconocer la Presencia del Eterno insuflando de energía y sentido nuestras vidas.
Así pues, ellos cantaron, tal como nosotros debemos hacerlo, y tal como se hará en la Era mesiánica. Un canto de esperanza y de gozo, pues es la afirmación de la Majestad de Dios por sobre todo y todos, siendo que nada es ajeno a Su poder y voluntad.

PERO, tres días después, cuando la rutina parecía retornar a sus días, cuando el desierto y la fatiga predominaba por sobre el oropel y la gloria; esto es lo que nos cuenta la Torá de aquellos escogidos:

"Entonces el pueblo murmuró contra Moshé [Moisés] diciendo: -¿Qué hemos de beber?"
(Shemot / Éxodo 15:24)

¡Qué rápido queda en el pasado el gozo del bienestar conseguido de balde!
¡Qué veloz el veleidoso corazón humano que cambia eternidad por sensualidad!
¡Qué débil la persona, que anhela la comodidad despreciando el esfuerzo que conquista el placer!

Tenemos a diario ante nosotros la oportunidad de ensalzar, o de murmurar; de reconocer y agradecer, o de deprimirnos y menospreciar; de construir, o destruir.
¿Cuál de las dos sendas lleva al futuro promisorio?

¡Shalom iekarim! ¡Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco

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