Al rato de publicar este post: https://serjudio.com/personas/etica/el-piadoso-y-el-ilustrado-entre-los-gentiles un amable comentarista preguntó: “¿por que el hombre espera un mundo venidero?! ¿Por que no bastarnos con el que tenemos?”.
Casi enseguida respondí, pero ahora comparto aquí las respuestas y las amplío.
¿Por qué espera el hombre un mundo venidero?
La respuesta es muy sencilla: ¡porque existe!
Pero, en tanto estamos en este mundo aquel otro es inaccesible e incluso inimaginable.
Estamos como el feto en el útero materno, imposibilitado de acceder a la otra realidad a no ser que parta definitivamente de aquella en la cual se encuentra.
E incluso, si el feto tuviera capacidad de comprender descripciones que le diéramos, ¿qué entendería de colores, sabores, sonidos definidos, aromas, trasladarse, relaciones con otros, frío, calor y todo el resto de lo que para nosotros es habitual y corriente pero él no es capaz de experimentar y mucho menos analizar con fundamentos.
Él vive en su mundo y por ahí no llegará jamás a vivir en este, el que ahora estamos nosotros compartiendo.
Tal vez si fuera un filósofo se plantearía el mal diseño y pésima realización de su cuerpo.
Porque, ¿para qué tener miembros inferiores, si no camina? ¿Brazos, para qué? ¿Ojos para la eterna penumbra? ¿Orejas? ¿Nariz? ¿Boca? ¿Estómago? ¿Ano? ¿Pene/vagina? Y así tacharía cada uno por su ineptitud e ineficacia, al ser invenciones sin sentido ni utilidad alguna. De hecho, tendría completa razón, porque el feto está confeccionado para una existencia que no se limita al corto tiempo en su mundo, sino como antesala al venidero.
De manera similar nosotros.
Pero, ¿cuáles son esos órganos inútiles en este mundo que nos son de provecho en el Más Allá?
¡Fácil de preguntar e imposible para el hombre de responder!
Porque el feto no conoce la función de la boca y cualquier cosa que imagine podría coincidir o ser absolutamente irreal, ya que solamente sería cuestión de suerte acertar y no de habilidad.
Por otra parte, el mundo venidero para nosotros, aquel que poblamos luego de la vida terrena, no es uno en el cual el cuerpo tenga utilidad alguna. Por tanto, es anecdótico y entretenido encontrar órganos físicos con un provecho en la vida eterna, ya que evidentemente no tienen ninguna utilidad allí donde residimos luego de esta vida.
Pero, está eso que somos y no que nos vamos construyendo, eso que somos y se llama NESHAMÁ, el espíritu o Yo Esencial.
La cual no podemos medir ni pesar, siquiera saber a ciencia cierta si existe.
Porque, pertenece a un plano diferente a lo que nuestros sentidos captan.
Es el órgano para la existencia en el más allá, sin aplicación práctica directa aquí.
Como mencioné, es nuestro Yo Esencial, previo a ser fetos, anterior a nacer a este mundo y que se continúa en la existencia supra terrenal.
Es lo que cada uno es, en conexión perpetua y sagrada con el Creador.
Por ello es que la gente siente esa afición por lo sagrado y por las cosas del más allá.
Cuando no hay cordura contenida por la Tradición, entonces se llena ese sentimiento de anhelo con las fantasías del hombre.
Se delira con paraísos de deleites corporales, con vírgenes al servicio del difunto, con ángeles tocando arpas, con todo lo que la imaginación afiebrada pudo crear y que no llega a ser ni siquiera una sombra de una imagen de la realidad, la cual es inaccesible para nuestro entendimiento absolutamente.
Pero el verdadero paraíso existe, es una certeza en nuestro ser, no una fe o una costumbre heredada.
Por ello, estamos esperando ese encuentro.
Cuando nos compenetramos de las verdades de la Tradición sabemos que el pasaje por este mundo es muy importante y valioso, pues nos enriquece y permite una existencia de índole superior en el más allá. Pero claro, depende de nuestra conducta acá qué tanto placer extra podremos cosechar con justicia allá.
La segunda cuestión del atento comentarista: ¿Por qué no bastarnos con el que tenemos?
Será que ninguna experiencia o delirio puede alcanzar la satisfacción del deseo de la NESHAMÁ, por tanto, nada nos basta.
Como estamos perdidos y generalmente a merced del EGO, pretendemos ser satisfechos con cosas que nos doten de cierta ilusión de poder.
Dinero, renombre, fuerza, bienes materiales, relaciones, títulos, conocimientos, etc.
Todo lo que puede llenar ciertas apetencias mundanales, que no por ello son negativas o para rechazar, pero que ciertamente no son siquiera una milésima de aquello que satisface a la NESHAMÁ.
Entonces, disfrutemos de lo permitido en este mundo, apartémonos de lo prohibido o que lleva a ello.
Seamos agradecidos, aprendamos a estar felices con nuestra posesión actual, sin por ello perder el empuje para obtener más.
Pero no por ello desesperarnos si las esperanzas se esfuman, o el resultado es diferente.
Todo sirve como aprendizaje que se graba en la NESHAMÁ y es material para el deleite en la eternidad.
Siempre y cuando andemos por la senda correcta, estaremos sembrando aquello de buen manjar aquí y en el más allá.
Me encantó la analogía. El Mundo Venidero pinta bien y es un lugar en el que provoca estar, pero qué es ese algo que nos hace querer estar aquí Moré y que año tras año nos hace estar más a gusto Aqui?
Por fin alcance a terminar de leerlo. Q buena explicación y analogía. Gracias.
Esa certeza de la que habla Moré ¿ha sido explicada? ¿Es parte de nuestro cerebro como el EGO o está inmersa en la Neshamá?
Ahora voy por la continuación de este mismo post:
https://serjudio.com/personas/crecimiento/para-qu-la-resurreccin-de-los-muertos