Shabbat: Shevat 29, 5767; 17/2/07
Un comentario de la Parashá Mishpatim (Shemot 21:1 – 24:18)
Compromiso responsable
Nuestra parashá comienza con la siguiente frase:
«Éstas son las sentencias que pondrás ante ellos»
(Shemot / Éxodo 21:1)
El Eterno podría haber ordenado a Moshé, por ejemplo: «ordénales», «imponles», «pon sobre ellos».
Sin embargo, el Eterno dictaminó que estas leyes, las sentencias, fueran puestas delante de los israelitas.
Tal como un guía apunta con su dedo para mostrar un paisaje, o un maestro conduce con su capacidad al conocimiento del discípulo.
Sin imposiciones, sin presiones, sin demandas fuera de límites.
Es una forma de pro-poner, de dejar pre-parado, para que el que viene luego tenga la opción de escoger por propia voluntad el seguir esa senda marcada con sabiduría.
Es cierto que el Eterno decretó para los israelitas algunas leyes que son supra-racionales, y por tanto las impuso desde Su faceta de Rey de reyes; por tanto debemos acatarlas con sumisión, como siervos ante la voluntad del amo.
En esta categoría entran los mandamientos del kashrut, por ejemplo, o las reglas respecto a la pureza e impureza.
Son cuestiones que desde Arriba se nos marcan y debemos cumplir, las entendamos o no, sea que les captemos algún sentido o no.
Pero, las sentencias –mishpatim en hebreo- son leyes humanamente racionales. Es decir, que la sociedad alcanzaría a sancionarlas y ponerlas en práctica en algún momento, pero que desde Arriba se nos han otorgado como una manera de refinar nuestra vida individual y social.
Debemos entender que cuando se trata de normas espirituales, y por tanto divinamente originadas, ambas categorías de mandamientos son indispensables.
Se nos ordena, tal cual siervos ante el Amo; y se nos instruye, tal como hijos ante el Padre.
Es que el Eterno es nuestro Hacedor, Él penetra hasta los más recónditos secretos de nuestra naturaleza y por tanto cuando nos dictamina alguna norma, ciertamente que lo hace por Amor y con Sabiduría y por tanto es de sabio y prudente ser sumiso, aunque no se comprenda el sentido de tal norma o precepto.
Pero, cuando de relaciones humanas se trata, tenemos que tener bien en claro que no tenemos la capacidad real de provocar en la otra persona cambios, sino tan solo presentarle diferentes perspectivas para que él escoja.
Debemos aprender a poner delante de hijos, cónyuges, alumnos, compañeros, etc. nuestros puntos de vista. Debemos aprender a proponer, sin buscar someter. Pues, jamás el espíritu humano se doblega realmente ante la imposición que viene de otra persona.
Cuando alguien domina a otro, en el fondo es el «dominado» quien acepta tal situación. Es decir, el poder no radica en el dominador, sino en el dominado.
Si esta verdad fuera reconocida y sentida, habría menos dolor y resquemores en la vida.
Pero, en el ánimo de las personas suele asentarse un «virus emocional», uno que insite a la persona para que haga descansar «las culpas» en otro. Un «virus» que le exige que no tome responsabilidades, es decir, que no dé respuestas profundas. Un «virus» que le insiste para que no se comprometa.
Y por tanto, la persona cae bajo el dominio de otro. No porque éste tenga el poder, sino porque el dominado abdica, se descansa en la falta de compromiso y en la irresponsabilidad.
Por tanto, debes compenetrarte con la idea de que en tus relaciones personales siempre debes proponer, jamás exigir algo del otro.
Y debes tener en cuenta que nunca estás bajo el dominio de otro, sino que tú eres quien escoge aceptar o rechazar las sentencias, las frases, que el otro pone ante ti.
Ciertamente esta temática es muy amplia y compleja. Estoy seguro de que muchos de los lectores no estarán claros con los conceptos vertidos en esta oportunidad. Abro entonces la posibilidad para que surja la duda, la interrogante, el seguir creciendo a partir de lo que se ha pro-puesto y no de lo que se ha im-puesto.
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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