La NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial) NO está en el cuerpo, ni en parte alguna del mundo material. Es un “algo” que no podemos describir, ni siquiera imaginar correctamente. Tal como el Creador, queda por fuera de toda descripción o imaginación.
No es materia, tampoco energía, es ese “algo” totalmente diferente a lo que nuestros sentidos pueden percibir, nuestros instrumentos captar, nuestra mente procesar. Cualquier imaginación siempre estará pecando de falsa y engañosa. Cualquier descripción intelectual será carente y tramposa.
Igualmente nos manejamos con conceptos e ideas, porque somos personas y está en nuestro “ser humano” la necesidad de entender, explicar, dar forma, etiquetar, clasificar, etc.
Como sea, no tenemos NESHAMÁ, lo somos.
Es interesante que lo que más esencialmente seamos, es lo que menos podemos conocer y comprender.
Pero así está planteado el asunto y con esto nos tenemos que manejar.
Ahora vamos a lo concreto, a lo que sí podemos percibir y manipular: nuestra dimensión física.
No tenemos cuerpo, también lo somos. La gran diferencia es que el cuerpo es “modificable”, y lo que era parte del mismo puede dejar de serlo, o pasar a ser de otro, o fallecer. Hasta será posible algún día que la ciencia nos permita transferir los recueros a otro cuerpo, sea biológico o cibernético, manteniendo así una especie de continuidad, al menos en la personalidad basada en la memoria.
No tengo elementos para afirmar o negar que la NESHAMÁ quede vinculada al nuevo cuerpo, o pierda ese lazo. Sin embargo si tomamos en cuenta que la Tradición afirma que con la Era Mesiánica habrá la resurrección de los muertos, y los nuevos cuerpos serán realmente nuevos y mejorados, clones perfeccionados de los fallecidos, entonces no hay ningún inconveniente en pensar que la NESHAMÁ efectivamente no tiene vinculación estricta con un determinado cuerpo, sino que puede tener la habilidad de reconectarse.
Son cosas muy misteriosas, pero a la gente parece que le encantan estos temas.
Otro asunto es la conciencia.
No de estar consciente o sea despierto, atento, alerta con conocimiento de lo que está haciendo u ocurriendo.
Sino de aquella que nos permite evaluar la conducta (propia o ajena) comparándola con el código ético/espiritual.
Desde el punto de vista de la Tradición la conciencia forma parte de una intrincada red entre funciones mentales superiores y la NESHAMÁ. Sin NESHAMÁ, o sin conexión mental con ella no hay posibilidad de conciencia.
Es por ello que entre los seres vivos que conocemos solamente el ser humano es capaz de ser consciente, de preguntarse por su existencia, de cuestionar sus motivos, de valorar sus decisiones, de perdonar y pedir perdón, de arrepentirse.
Finalmente notemos que la toma de decisiones siempre depende del plano mental, es otra de las funciones privilegiadas en el ser humano. El problema radica cuando la mente es secuestrada por el EGO, se llena de emociones, se ofusca, se esclaviza a lemas, se niega a salir de su celdita mental, se llena de creencias negativas, se entorpece y por tanto la toma de decisiones va quedando reducida, empobrecida y muchas veces inexistente.
Cuanto más desarrollada esté la conciencia, por estudiar lo que corresponde espiritualidad, por dedicarse a perfeccionar la propia conducta a la LUZ del código ético/espiritual; y además mayor conocimiento REAL de las cosas se tiene, por limpiarse de supersticiones, desprenderse de religiosidad, borrar lo que se puede de los mandatos sociales dentro del Sistema de Creencias; entonces mejor es la toma de decisiones, aunque no siempre esto conlleva un mejor resultado en la práctica.
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