«Alzó Iaacov [Jacob] sus pies y se encaminó a la tierra de los hijos de Kedem.
(2) Vio y he aquí un pozo en el campo, y he aquí que tres rebaños de ovejas estaban recostados cerca del mismo, porque de aquel pozo daban de beber a los rebaños. Había una gran piedra sobre la boca del pozo.
(3) Y cuando eran reunidos allí todos los rebaños, los pastores removían la piedra que estaba sobre la boca del pozo y daban de beber a los rebaños. Luego volvían a colocar la piedra en su lugar sobre la boca del pozo.
(4) Entonces Iaacov dijo a los pastores: -Hermanos míos, ¿de dónde sois vosotros? Ellos le respondieron: -Somos de Jarán.
(5) Él les preguntó: -¿Conocéis a Labán hijo de Najor? Ellos le respondieron: -Sí, lo conocemos.
(6) Él les dijo: -¿Está bien? Ellos le respondieron: -Está bien. Y he aquí que su hija Raquel [Rajel] viene con el rebaño.
(7) Él dijo: -He aquí que todavía es temprano; todavía no es tiempo de reunir todo el rebaño. Dad de beber a las ovejas e id a apacentarlas.
(8) Ellos le respondieron: -No podemos, hasta que se reúnan todos los rebaños y sea removida la piedra de encima de la boca del pozo, para que demos de beber a las ovejas.»
(Bereshit / Génesis 29:1-8)
¿Por qué debían reunirse los rebaños para mover la piedra que tapaba el pozo?
La respuesta obvia es: porque los pastores precisaban de muchos brazos, los suficientes para alcanzar la fuerza que pudiera mover esta piedra pesada.
¿O quizás los pastores no confiaban entre sí y hasta no estar todos presentes no era legal hacer uso de las aguas del pozo? Si faltaba alguno podría ser motivo para discordia, rencores, reclamos; por ello, era necesaria la presencia de todos, para que entre ellos se cuidaran.
Hay otra respuesta, que nos permite ver otra realidad dentro de aquella realidad.
Aquí se habla de un beher maim, en otro lugar el beher maim jaiim es el Eterno.
Este pozo está en el campo, no en la ciudad; los pastores están fuera y no en su lugar de residencia.
Es decir, la Shejiná, la Divina Presencia, está en exilio porque acompaña a Israel (pastores y rebaños) en sus derroteros.
Los tres rebaños podrían estar representando los tres clanes del pueblo judío: Cohén, Leví e Israel.
O las tribus principales que permanecieron unidas en el reino de Yehudá: Yehudá, Biniamín y Leví.
O los tres exilios que debimos (aún hacemos) soportar: Egipto, Babilonia y Roma.
La espera es la diáspora, donde los rebaños del Eterno se encuentran desperdigados, pero siempre en constancia de su identidad y asociación con el pozo.
La piedra tapando el pozo son los velos del EGO, las conductas que nos apartan de la NESHAMÁ, imponiendo cáscaras y máscaras que entorpecen el pasaje de la LUZ para que vivifique las conciencias. Es así hasta que se llegue a las condiciones para descorrer los obstáculos que mantienen ensombrecida la conciencia de Dios, cuando se alcance el momento oportuno para destapar la fuente de vida.
Hay dos corrimientos del velo.
Uno, cuando el pueblo judío se unifique en la Era Mesiánica y se tenga entonces el poder para esclarecer la conciencia. Pasó dos veces ya anteriormente, en el retorno de Egipto y en el retorno de Babilonia. Pero, no fueron los momentos claves, sino solamente avances, una elevación parcial que fue seguida por un nuevo retroceso.
A diferencia del tercer retorno, cuando se concrete el anhelo de la Era Mesiánica con su plenitud.
En esta Era se reintegrará lo que queda rescatable de Rajel, la oveja perdida, que son los descendientes de las Diez Tribus. Como nos encontramos en el inicio de la Era Mesiánica, hemos visto el retorno de gente largo tiempo perdida, algunos de las casas de Israel desaparecidas y otros que encuentran su camino a través de la conversión leal y legal al judaísmo.
El otro corrimiento es el personal, que no depende de las condiciones del colectivo.
Como el realizado por Iaacov, quien pudo establecer un nexo saludable de su Yo Vivido con su Yo Esencial, cuando nació en su personalidad de Israel.
Cada uno de nosotros podemos hacer de manera similar, en el trabajo de perfeccionamiento que conlleva un mejoramiento individual y que repercute positivamente en el entorno.
Podemos apresurar la redención, depende de nosotros.
O podemos esperar a que ocurra a su debido tiempo, depende de nosotros.
Si la apresuramos, estaremos en control de los eventos, evitando penurias.
Para conseguirlo es necesario hacer el trabajo correspondiente para correr los velos que ocultan al Eterno.
Aprender de Cabalaterapia, es una buena herramienta. Pasar el proceso que nos facilita la actividad liberadora.
Pero especialmente construir SHALOM con acciones de bondad y justicia, método preferencial de andar por la senda de la virtud.