Crecimiento espiritual

Hay gente que habla del crecimiento espiritual, como si eso fuera posible.
En los hechos verdaderos, el espíritu no se afecta por ninguna de nuestras acciones u omisiones.
El espíritu es, tal como el Eterno lo es.
¿Qué significa ese “ser”? Pues, algo completamente diferente e incomprensible para nuestra mente limitada. Por tanto, cuanto menos hablemos al respecto, más claro y correcto estará lo dicho.

Si somos buenas personas, ayudamos al prójimo, cumplimos nuestras tareas, estudiamos para aprender y aplicar lo que nos corresponde de la instrucción divina, y todo lo correcto que se te ocurra para describir, nada de ello dará más fuerza, luz, poder, dicha, plenitud a la NESHAMÁ (espíritu).
Ella ya es plena, de acuerdo a la Voluntad del Creador.

Tampoco nuestras conductas erróneas o perversas destruyen alguna partícula de su esencia ilimitada.
Las brumas que generamos desviándonos del camino no empañan su irradiación santa, sino tan solo la recubren y por tanto pareciera como que se oscurecen cuando en verdad siguen intachables como el primer día.

Es nuestra limitada percepción y concepción en esta realidad terrenal las que nos hace ignorar su presencia, su luz, su intensidad unida al infinito.
Esa NESHAMÁ que somos, que estamos siendo también en tanto habitantes de este mundo, es lo más real de nosotros, y sin embargo lo más desconocido.
Vagamos por esta existencia como huérfanos, sin Padre; siendo que Su “ADN” está vivo en nosotros y Él nos mantiene con vida.

Ante esta situación, es confuso y dudoso hablar de crecimiento espiritual.
Porque, ¿acaso se puede hacer crecer en algo al infinito?
¿Hay alguna cosa que se le agregue que le hiciera falta?

Pero, si es apropiado entender crecimiento espiritual como el trabajo de auto-conocimiento, de ampliación de la conciencia, de entrenar nuestro Yo Vivido para estar en sintonía con la NESHAMÁ y por tanto ser su mejor reflejo carnal.
Llevar nuestra personalidad finita a su máxima expresión, a la mejor versión de nosotros mismos.
Por dejar de ser conducidos por las diatribas del EGO, para estar guiados por la orientación sagrada de la NESHAMÁ.

Entonces sí, ahí si es posible el crecimiento espiritual.
No porque crezca lo infinito, sino porque perfeccionamos lo finito para aproximarse a una más perfecta realización.
Porque dejamos de ser náufragos, para convertirnos en los rescatistas de nuestro ser y el entorno.

Esta tarea de llevar la presencia del Yo Vivido a reflejar el Yo Esencial suele ser lenta, con frecuentes interrupciones y hasta es previsible que se produzcan retrocesos.
Pero, si ponemos pensamiento-palabra-actos en la ruta y sostenemos el paso, podremos avanzar de continuo, hasta cuando parece que vamos en reversa.
El crecimiento se da de manera imperceptible, acomodándonos suavemente y por ello ni nos enteramos de todo lo que conseguimos.

Por lo cual, es necesario el trabajo basado en el conocimiento y no solo en la buena intención.
Estudiar, analizar, preguntar, cuestionar, reflexionar, volver a estudiar, conversar del tema, enseñar, compartir, explicar, divulgar y experimentar en carne propia.
Llenarnos de aprendizajes al tiempo que vamos desaprendiendo lo que estorba y perturba, como pueden ser preconceptos, creencias, religiosidad, mandatos sociales, etc.

También es un factor básico la actitud.
Ser paciente, tolerante, esforzado, decidido, resiliente, apto para hacer TESHUVÁ, humilde, abierto a comunicarte con el prójimo así como con el Padre.
No dar las cosas por sentadas, ni para bien ni para mal.

Y, especialmente, dedicarnos a construir SHALOM en todos los planos de nuestro ser.
Con acciones de bondad y justicia.
Porque tal es la conducta del que se orienta espiritualmente y no es un títere del EGO, el que es el verdadero padre de todas las religiones.

Crecer espiritualmente, ahora está más definido el concepto.
¿Tienes comentarios? Son bienvenidos.
Y comparte esta publicación, estés de acuerdo o no con ella. Gracias.

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Muchas gracias por el artículo. Asombra lo minucioso que hay que ser para el desapendizaje de los preconceptos religiosos en que se habituó la persona y que da por ciertos y buenos.

El no disociar conceptos religiosos con la conducta ética produce esos enredos.

Al igual que lo que subjetivamente se juzga por «acción buena»; pues si se juzga una acción de esa forma se le confundirá con «acción ética» y probablemente con el concepto de «crecimiento espiritual».

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