Purim: a través del cuerpo hallar la Luz

No hay festividad judía en la cual no haya comida. Sea una festividad nacional, establecida por la Torá o por los Sabios, o sea una celebración personal/familiar, la comida es un referente constante.
Singularmente ocurre así en Purim.
Dos de las cuatro mitzvot particulares de la festividad son de alimentos: realizar un banquete festivo y entregar al menos dos alimentos a dos amigos.
Además, una de las tradiciones casi obligatorias tiene su qué ver con la ingesta de alcohol.
¿Es acaso casualidad está adhesión a la comida y bebida en esta fiesta?
La respuesta es evidente que no, nada es casualidad.
Tiene un fundamento en la historia del milagro ocurrido en Purim.
El perverso genocida quería exterminar a la nación judía, no dejar ni siquiera un rastro de los judíos.
Estuvo a punto de conseguirlo, pues contaba con todo -o casi todo- a su favor.
Sin embargo, el oculto milagro salvó a la nación del Eterno.
El cuerpo judío escapó del mal que sus enemigos le tenían preparado, por tanto, con amplía sabiduría nuestros Sabios decidieron que fuera el cuerpo del judío quien gozará particularmente de esta ocasión memorable.
Aprendemos de esto que no es despreciable el cuerpo y sus placeres, siempre y cuando sean dentro de los límites sanos y necesarios.
El cuerpo está para ser gozado, cuidado, enriquecido, tal es la filosofía que desde siempre ha anidado en el seno del judaísmo.
No es detestable «la carne», no es pecado el placer, no hay nada de malo en comer, beber, mantener relaciones sexuales, hacer deporte, descansar, todo dentro de su marco correcto, enmarcado por los mandamientos del Eterno y las enseñanzas de los sabios.
Así pues, en Purim se nos reitera el compromiso que tenemos no solamente con vivir la idea judía, con ser «espirituales» -en el sentido casi pagano del término- sino que además de vivir con el cuerpo judío, con ser espirituales al elevar con nuestros actos verdaderos lo material.
Lejos está el judaísmo tradicional de elogiar el ascetismo, la frigidez, la gazmoñería, el abandono del cuerpo en pos de una vida de supuesta espiritualidad etérea. El Eterno nos ha dado el cuerpo con sus placeres y nos ha fijado límites para hacer del cuerpo un canal de santidad, incluso a través del sexo, de la bebida, de la comida, del descanso.
Es una gran enseñanza que refleja la integridad y grandeza del judaísmo.

Otra de las características de Purim, surgida en el seno del pueblo y luego convertida en tradición casi central, es el uso de disfraces en esta fiesta.
Algunos lo ven como un recordatorio del pueblo judío de Persia, que escondía su identidad en su pretensión e asimilación con las naciones gentiles.
Otros lo consideran un reflejo de la actitud ocultativa de Ester, la cual omitió dar a conocer su identidad y su ascendencia, pareciendo a vista del mundo como una gentil más.
Otros entienden que el disfraz recuerda el «ocultamiento del rostro divino», el Ester Panim de Dios, el cual operó en anonimato, sin grandes espectáculos públicos aunque igualmente eficiente para liberar a Su santo pueblo del dominio y designios del perverso.
Otros entienden que el disfraz es una adaptación de costumbres gentiles, los cuales se disfrazan en sus carnavales, que suelen coincidir generalmente con las fechas de Purim.
Todo esto puede ser cierto, ¿por qué no?
Pero hay un aspecto más en la sabiduría popular de disfrazarse en Purim.
La careta oculta la cara, uno deja de ver al ser para contemplar el quehacer.
Purim nos enseña a descubrir que detrás de cada careta hay una cara, que detrás de todo gesto hay un sentido, que podemos quedarnos con la ilusión de las apariencias o podemos profundizar y encontrar la esencia de las cosas.

Purim nos habla de elevar lo material, de la santidad dentro de lo cotidiano, de la profundidad que se esconde detrás de lo aparente.

Quedarnos con la careta o con la visión de la misma, es perder de vista la meta.
Quedarnos con una vida de «espirtualismo» entre cuatro paredes, repitiendo lemas, escapando del compromiso de construir Shalom, es perder la senda a la meta.

Por eso, apartémonos de lo prohibido pero gocemos de lo permitido.
Construyamos Shalom a cada paso, reconozcamos la esencia tapada por la máscara, admitamos al Eterno ante nosotros y dejemos de buscar excusas para no andar con la Luz de la Torá.

(Publicado originalmente el 16/2/2010)

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