«וְאַבְרָהָ֣ם זָקֵ֔ן בָּ֖א בַּיָּמִ֑ים וַֽיהוָ֛ה בֵּרַ֥ךְ אֶת־אַבְרָהָ֖ם בַּכֹּֽל
Avraham era anciano y muy venido en días, y el Eterno había bendecido a Avraham en todo. »
(Bereshit/Génesis 24:1)
«En todo» está escrito como «bakol».
Muchas interpretaciones se han dado al respecto de esta palabra, pero quiero enfocarme en una en particular, que creo tiene un poderoso mensaje para que tengas una realidad mucho más radiante y de bendición.
Si bien es cierto que el patriarca Avraham tenía muchas ventajas materiales, también es cierto que en su vida padeció de muchas contrariedades y ocasiones que a otra persona causarían angustias y tormentos.
Para darte una idea, te contaré algunas de sus pruebas antes de llegar a la adolescencia.
Fue perseguido por el rey cuando era pequeño.
Sufría de la incomprensión de su familia.
Lo intentaron asesinar a edad temprana.
La gente lo veía raro y peligroso.
Se sentía fuera de lugar, en donde fuera que estuviese y con quien estuviese.
Asesinaron a un hermano y lo acusaban de ser el responsable, indirecto, de esa muerte.
Sus familiares tuvieron que exiliarse a causa de sus ideas.
De grande las cosas no fueron mucho mejor, pues tuvo que enfrentar hambrunas, emigraciones, disputas familiares, conflictos con sus esposas, echar a un hijo del hogar, estuvo a punto de sacrificar a su hijo más valioso, participó de guerras, le molestaban los envidiosos, se circuncidó a los 99 años de edad, y la lista podría continuar.
Y sin embargo, la Torá afirma que su vida fue toda buena, por eso dice que era venido en días, lo cual se interpreta precisamente como que cada día, cada instante era valioso y fue atesorado.
Y es por ello, también, que se nos dice que fue bendito en todo.
Porque ya desde su más tierna infancia, que de tierna tuvo poco, ya que fue muy dura en realidad, él comprendió que todo es un aprendizaje para cosechar luego experiencias poderosas. Así, cuando llega el momento en el cual nos enfrentamos desnudos a la verdad, sin capacidad para engañarnos ni ocultar nada, es decir, cuando pasamos a residir en el Gan Edén como espíritus, entonces todo se ubica en su preciso lugar y podemos contemplar las cuestiones de una manera diferente. Aquello que nos hizo sufrir es reencuadrado y comprendemos su valor en la construcción de un bienestar mucho mayor.
Esto no quiere decir que tenemos que usar el lema «todo es bueno», y tampoco el «todo es para bien»; si es que lo usamos como una muleta para no enfrentar los horrores de esta vida, para no hacernos cargo de mejorar la realidad. En este mundo hay muchas cosas que no son buenas y que deben ser denunciadas, combatidas, eliminadas, modificadas, o transformadas en aportes para el bien. Por eso, mentirnos y mentir diciendo que «todo es para bien», no es hacer lo que Dios quiere que hagamos, porque Él nos ordena que vivamos haciendo bondad y justicia.
Sin embargo, cuando ya no dependemos de este cuerpo ni de las cosas materiales, cuando somos solamente espíritu, cada pieza encaja en el puzzle cósmico y nos damos cuenta de que aquello que nos hizo sufrir, y que era malo, tuvo algún aporte a forjar un bien mucho mayor, probablemente no personal sino colectivo.
Intentemos vivir agradeciendo, aprovechando nuestros recursos, e incluso usando lo negativo para atraer más bendición a nuestra vida y la de nuestro prójimo.
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