El constructor estaba en su última obra para un cliente que era habitual.
Durante décadas trabajó para él, realizando numerosas edificaciones y refacciones.
Había sido bastante dedicado y perfeccionista, pero ahora, en este último trabajo, fue mucho más descuidado. No mezcló el tiempo necesario el cemento, ni compró la arena idónea para ello, puso cables de menor calidad, y así con infinidad de asuntos, que hacían que la casa tuviera muchos potenciales riesgos de roturas, grietas, humedades y otras fatalidades.
No lo hacía de mala fe, pero estaba más pensando en su retiro y entregar rápido la obra, que en esmerarse para que estuviera firme y sin problemas. Con suerte, la vivienda aguantaría un par de años antes de sumergir a su habitante en inconvenientes.
En tiempo récord llamó a su cliente para hacerle entrega de las llaves de esta casa.
Ese día el cliente apenas inspeccionó por arriba la obra, porque prefirió dar un abrazo al constructor y darle las llaves diciéndole: por muchos años trabajaste para mi empresa, no encuentro mejor agradecimiento a todo tu esfuerzo que regalarte esta casa. Aquí tienes las llaves y el título de propiedad.
La Torá hace hincapié en la buena crianza de los hijos, lo cual está especialmente tratado en la parashá de la semana, Haazinu.
En la misma se menciona el caso de personas que suelen tener un comportamiento incorrecto, y lo saben, sin embargo, no les molesta.
Viven al borde de la ley, o traspasándola, o con actitudes de dudosa moral, sin embargo, no sienten culpa por sus acciones, ni tratan de mejorar.
Lo paradójico es que, al mismo tiempo, esperan un comportamiento ejemplar de sus hijos.
Pretenden que ellos sean estudiosos, respetuosos, laboriosos, y cuando sus hijos se desvían de la senda virtuosa, les causa angustia.
Dejemos en claro que no estamos hablando de perversos que disfrutan del causar daño ni tampoco alientan que sus hijos sean corruptos.
Sino de gente con conflictos, que no han sabido resolverlos en su vida, pero quieren hacerlo en la de otros.
El rabi Jaim Arie Leib, en su famosa obra “Shaar Bat Rabim”, comenta que estos padres han quedado entrampados, porque son sus obras las que hablan más que sus palabras.
Por tanto, no pueden esperar que sus hijos hagan algo diferente, porque ellos suelen tomar como referencia principal la conducta de sus padres.
En consecuencia, eventualmente estarán traicionando el deseo de sus padres, para ser fieles al modo en que sus padres viven.
Esto hará sufrir a esos padres, quienes no modifican su actitud tóxica cuando podrían hacerlo, por lo que se enfrentarán con indeseados efectos.
Como el constructor que se quedó como propietario de la casa construida de forma inapropiada y siendo de riesgo para su bienestar y el de su familia.
Si quieres tener hijos que sean rectos en su comportamiento, dice el Shaar Bat Rabim, entonces debes ser honesto en tu actuación.
Los hijos decidirán qué camino escogerán, pero que los ejemplos y discursos que reciben de sus padres los impulsen hacia el lado de la luz y la bendición.
Para influir positivamente en otros, primero influyamos en nosotros mismos.
Seamos ese ejemplo que pretendemos de los demás.
Encontremos la mejor versión que podemos desarrollar de nosotros mismos.
Tuvimos los Iamim Noraim para mirarnos al espejo del alma, para crecer y dejar en el pasado lo que no nos permite ser felices.
Se viene en pocas horas Sucot, con su mensaje de que este mundo es pasajero, y debemos aprovechar cada momento para disfrutar de lo saludable y permitido, pero sin jamás olvidar que estamos construyendo eternidad y que debemos hacerlo con responsabilidad.
No seamos como el constructor de la anécdota, porque siempre al final el dueño, que es Dios, nos dice: aquí tienes las llaves de tu vida, vive con ella.
Sepamos también que el modelo de una persona perfecta, con una personalidad sin defecto, es imposible de conseguir. Tropezamos, caemos, nos equivocamos, hacemos cosas incorrectas sin quererlo o queriéndolo.
Lo mejor que está a nuestro alcance es reconocerlo lo antes posible y hacer teshuvá, que significa crecer a partir de reconocer nuestras limitaciones y querer desarrollar nuestras potencialidades.
Como enseña la famosa Dra. y divulgadora, Jean Shinoda Bolen:
“Cuando te recuperes o descubras algo que nutra tu alma y te brinde alegría, preocúpate lo suficiente por ti mismo para dejarle espacio en tu vida”.
Que nuestro ejemplo de vida, sea realmente ejemplar, en la luz y en la oscuridad.
Mi deseo es que nuestras acciones nos terminen de sellar en el Libro de la buena vida, amén.
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