¿Quién no quiere criar hijos sanos y felices?
¿Cómo hacerlo?
Una de las maneras es posibilitar que el niño adquiera conocimiento y con ello vaya construyendo un nuevo conocimiento, totalmente propio.
Que no sea una mera retención memoriosa para una posterior repetición carente de vitalidad.
Sino que esté motivado y sepa hacer suyo lo que recibió.
Cuando es capaz de expresarlo con sus propias palabras, explicarlo, criticarlo, entonces está en la posición del que crece.
Por ello el conocimiento deja de ser algo externo y ajeno.
O algo que fue introducido y apilado en su interior, pero que mantiene su ajenidad.
Para pasar a ser una parte de sí mismo, lo que piensa y es capaz de vivenciar llegado el caso.
Por ello el aprender es un trabajo de construcción y destrucción, para volver a construir.
No solamente sobre la materia que se está teorizando o practicando, sino especialmente consigo mismo.
Es que el conocimiento auténtico construye a la persona, más que formar autómatas programados para repetir patrones de conducta o creencias repartidas.
Estamos hablando de dinamismo evolutivo, no de momificación de la personalidad.
Cuando fungia como docente me llamaba la atención cómo algunos padres querian que sus hijos fuesen criticos pero no con ellos. Que no se dejaran de nadie pero si de ellos. Que cuestionaran a otros menos a ellos.
Ah… nosotros los padres.
Ah, nosotros los hijos
Jajaja