Criaturas separadas en unidad

En el curso de Cabalá que comenzó hace unos días surgió una interesante pregunta de una de las atentas participantes: “¿Cuál es el motivo por el cual el Creador nos separó de la unidad básica llamada IEJIDÁ, si estando en unidad podríamos estar en perfección y sin sufrimientos?”.
Como estábamos al final del encuentro quedé en responder, Dios mediante, en la siguiente clase.
Como faltan unos días y mi memoria está fallando a veces, preferí escribir rápidamente una respuesta y publicarla; así queda memorizada la interesante pregunta y también alguna respuesta.

Comencemos con una cita del Baal haSulam, Rav Yehuda Leib haLevi Ashlag:

“Toda la finalidad del Creador para Sus criaturas es la de darles placer, recibir todo el bienestar y deleite que Él prepara para ellos.
A través de lo cual se conocerá Su verdad y grandeza.”
Baal HaSulam, introducción al Sefer haZohar.

El Eterno da, nada recibe.
Constantemente fluye Su bondad para con la Creación entera, la cual es permanente receptora sin poder devolverle absolutamente nada a Él.
En el Sidur los Sabios lo dejaron plasmado en la frase:

Hamejadesh betuvó bejol iom tamid maasé vereshit – en Su bondad renueva cada día, permanentemente, la obra de Creación”

Nuestra tarea, como criaturas, consiste en recibir, como el resto de la creación completa; pero, nuestra misión como seres humanos es hacernos merecedores de dicha recepción (cabalá).
Él nos creó para escoger, para decidir entre el bien y el mal, y por tanto a la hora de recibir no solamente hacerlo por merced sino también por justicia.
De esta manera somos los que podemos disfrutar de lo recibido sin humillación, pues no estamos sometidos a una total dependencia, que nos obliga a permanecer en estado de impotencia; sino que sembramos y cosechamos de nuestra labor. Por lo cual, el pan que nos nutre no viene dado como una dádiva al menesteroso, sino como el fruto merecido que se recoge con dicha, se disfruta con deleite, porque se esforzó a la hora de elaborarlo.
En palabras del salmista:

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”
(Tehilim / Salmos 126:5)

Tiene un sabor mucho más agradable el fruto de nuestro esfuerzo que el abundante pan de la humillación recibido en impotencia.
En todas las cosas, no solamente en las que respectan a las consecuencias de nuestros actos en la Justicia Divina.
Porque el hombre no nació para ser totalmente impotente, aunque esté sumamente limitado por su estructura material/temporal; al mismo tiempo es NESHAMÁ (espíritu), lo que lo une a la eternidad, al Todopoderoso.

Cuando ejercemos el verdadero poder, no el aparente, el resultado es satisfacción aunque tal vez no se obtenga un éxito material/temporal.
Probablemente no sea éste un concepto asequible por personas que no hayan estudiado enseñanzas de Cabalá; pero al hacerlo descubrimos que el éxito real no depende de los resultados prácticos solamente, e indudablemente no se asocia al ejercicio del poder aparente.

Así al estar experimentando este mundo, con su larguísima serie de limitaciones, tenemos la oportunidad para desplegar el verdadero poder, aquel que proviene de la NESHAMÁ; lo cual redunda en satisfacción eterna.
De no haber sido separados de la IEJIDÁ, de haber permanecido indistintamente unificados en el Ein Sof, nunca hubiésemos adquirido la ocasión para obtener placer, por tanto siempre estaríamos recibiendo el pan de la humillación.
¿Se comprende la idea?

Por otra parte, en la realidad absoluta espiritual no hay registro de experiencia mundana, aunque se tenga completo conocimiento teórico de todos los asuntos.
Solamente cuando nos desperdigamos en la creación, nos separamos de esta unidad esencial que seguimos siendo en todo momento, y pasamos a vivir en la realidad sensorial, es que adquirimos experiencia, sumamos a la teoría la sensación, la emoción, el plus que no se tiene siendo exclusivamente espirituales.
Por lo cual, es una enorme bondad que el Creador ha hecho con nosotros al permitirnos aprender del mundo a través de nuestras experiencias, pues así sumamos al conocimiento al placer sensorial.

De esta manera, recibimos del Eterno por merced pero también por derecho, lo cual nos aumenta el disfrute. A lo cual se añade que el deleite no es solamente teórico, sino también un rastro recordado de lo que se ha experimentado en este mundo.
Por ello los Sabios dijeron que no nos creamos más santos al negarnos un placer mundanal que nos es apto y tenemos a disposición, ¡por el contrario, estamos pecando si lo rechazamos! Ahí está esa experiencia placentera dispuesta para que la disfrutemos y llenemos así con su registro la memoria que será preservada para la eternidad.

Aprendemos, con lo expuesto, que la separatividad con Dios en este mundo es necesaria, es buena; pero está en nosotros acortar la brecha por medio de nuestras acciones que construyan SHALOM.
Con cada ocasión que actuamos con bondad Y justicia, en acciones/palabras/pensamientos, estamos sembrando el bien aquí y en la eternidad.
Al crecer en conciencia, vamos estrechando la brecha con el Eterno; brecha que es aparente, porque en la esencia (NESHAMÁ) no nos hemos apartado de Él ni un milímetro.
Cada momento que el EGO nos trampea, es el adecuado para doblegarlo y seguir la senda de la NESHAMÁ, porque así nos fortalecemos y crecemos. Recordemos que el EGO no es un enemigo, sino que puede resultar ser nuestro mejor aliado, siempre y cuando cumpla su función específica y que además nosotros tomemos conciencia y actuemos como corresponde y no como “sale”. Cada vez que construimos SHALOM, a pesar del EGO, obtuvimos conciencia de nuestro poder y nos aproximamos a ser quien realmente somos (NESHAMÁ).
Ahí, precisamente, está una de las claves de la felicidad.
Lograr armonizar nuestro Yo Vivido al ritmo del Yo Esencial, hacer que nuestra vida aquí y ahora sean orientadas por la NESHAMÁ y no por el EGO.

Armonizar nuestra conducta en las necesidades básicas, las absolutamente corporales. Luego también en las emociones. Luego en lo que respecta a los valores morales, aquellos que provienen de la vida en sociedad. Luego corregir el pensamiento. Por último, estar en equilibrio multidimensional, nutrido, satisfecho, saludable, alumbrado por la LUZ, viviendo en AMOR.
Ahí tenemos el paraíso terrenal, absolutamente alcanzable por cada ser humano y por la humanidad.
El deseo de recibir educado y transformado en recibir para dar. Un dar generoso, sin esperar NADA a cambio, a imagen y semejanza del Creador.
Un trazo luminoso que vivifica los mundos de Atzilut, Briá, Ietzirá y Asiá formando el Adam haKadmón pleno.

No sé si los conceptos se comprenden, son complejos y no siempre se expresan con claridad ni se entienden con precisión.
A través de las enseñanzas de la Cabalá podemos ir incorporando un método para reconocer al Eterno, vincularnos desde lo profundo con Él, así como tomar conciencia de Su creación, de las criaturas en este mundo aquí y ahora.
Así construimos SHALOM y cosechamos deleite y felicidad.

Los invito a participar del curso ya iniciado, así como de próximos seminarios que iremos anunciando en diversas ciudad de Latinoamérica, con la ayuda del Eterno.

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