Los niños pequeños se comportan bajo el principio de recibir para recibir, sin más variaciones que las que les impone su egoísmo natural.
Cuando crecen un poco, aprenden y se dan cuenta de que tienen una ventaja si cambian su modalidad de relacionamiento, por ello pasan a dar con la intención de recibir a cambio.
Luego, ya siendo jóvenes brota la típica rebelión contra el sistema de los adultos, cosa que es saludable siempre y cuando esté dentro de sus límites; por ello se impulsan a dar por el mero hecho de dar; con una total irresponsabilidad por su bienestar, la justicia o lo que es la verdadera bondad. Pero, su inexperiencia sumada a la necesidad de encontrar su lugar e identidad nos lleva a pensar y hacer cosas que con otra cabeza y edad no solemos aceptar.
(Observación: solamente el Eterno es capaz de dar siempre, sin recibir nada. El motivo es obvio, pero a veces lo olvidamos y nos desvivimos por agradar, satisfacer, complacer, ayudar, hacer por otros mientras nos vamos desgastando, agonizando, malogrando en esa conducta lesiva para uno y el otro).
Por último, si las cosas van bien, se pasa a la siguiente modalidad, cuando se comprende que la bondad debe ser acompañada por la justicia, siempre. Por lo cual uno recibe para dar. Midiendo con la mayor objetividad las necesidades, posibilidades, dificultades, etc. De este modo se actúa construyendo SHALOM.
Por supuesto que esta cuatro fases también representan puntos de anclaje, pues hay gente de cualquier edad que se comporta de cualquiera de las cuatro maneras.
Vemos gente “grande” actuando patéticamente como niñitos, avariciosamente como jovencitos, revoltosamente como adolescentes y adecuadamente como adultos. Así, con todas las variaciones posibles.
Y tú, ¿estás en la fase acorde a tu edad?
¿Estás siendo socio del Eterno en la construcción de SHALOM?