Cuando escuchas los elogios y te alegras por ello, está bien, pues también es necesario sentir esas caricias que otros te brindan.
¡Que no te hagan sentir culpa o vergüenza por aceptar aplausos y palabras bellas!
Pero, por favor, no dependas de la aprobación ajena, no seas adicto a ella, no te desvivas por obtenerla. Por el contrario, vive de acuerdo a la senda del constructor de SHALOM, que tu conducta sea acorde, tanto si te aplauden de fuera como si no. Con bondad Y justicia, haya testigos o estos falten; te premien por tu acción o no. Siempre construir SHALOM.
A veces será necesario mayor énfasis en la justicia, a veces en la bondad; todo en su apropiada medida y circunstancia.
Y cuando te critiquen, escucha también. Admite que esa es la opinión del que la expresa, aunque no por ello tiene que ser verdad o siquiera acercarse a ella.
Evalúa el contenido, no el tono ni el motivo; simplemente desprende el contenido para analizarlo y considerar cuanto te puede ayudar para mejorar tu andar por la senda del constructor de SHALOM.
No es improbable que sea la crítica, incluso la que proviene de quien te detesta, la que te ayude a mejorarte, incluso más que las palabras lisonjeras de quien te aprecia.
Por ahí aquello que no ves pero sí percibe el que te desprecia, es lo que precisas conocer para elevarte.
Cuando así ocurra, agradece y sigue adelante; no te paralices, no te aplastes en tu zonita de confort.
Cuando las palabras amargas solo sean vómitos destructivos, déjalas caer sin que te influyan, que desaparezcan en la nada, porque nada son.