No lo niegues, elévalo

En las ciencias que estudian el alma se encuentra la idea (correcta) de que hay contenidos, sensaciones, recuerdos, pensamientos, sonidos, imágenes, etc., que han sido “desheredados», esto es, que hay facetas de la personalidad de un individuo que él mismo no sabe que tiene.
No los reconoce.
No los admite.
No los asume.
No se apropia de ellos.
Niega su existencia, puede que en general, pero específicamente en sí mismo.

Puede haber alguna sensación/pensamiento/etcétera que es tan repugnante para mí, que no puedo admitir que sea capaz de tener algo tan abominable en mi interior.
Y esta falta de admisión, este ocultamiento de la verdad, esta ceguera es incluso para mí en privado, aunque no la comparta, aunque sea un asunto íntimo y sin testigos, igualmente queda desheredada, fuera de existencia.

Quizás lo que te estoy diciendo te suena conocido, puedes pensar rápidamente en ejemplos tanto en ti como en otros; pero, es probable que no puedas verlo en ti, pues precisamente, es algo que no accede a la conciencia, que no se reconoce, que permanece hundido en sombras e ignorancia.
Por mi parte, podría brindarte decenas de ejemplos, pero prefiero que tú te tomes tu tiempo para meditar, para desenmascararte, para conocerte, sin censuras, sin condicionamientos.
Te desafío a hacerlo.

Las ideas y los sentimientos de este tipo pueden ser reprimidos, es decir, que están enterrados en la parte que la mente consciente no accede.
Pueden permanecer allí debajo, desheredados por tiempo indefinido, hasta que la muerte los separe a ti y a ellos (¿o quizás permanezcan unidos incluso después de la muerte?).
Pero, el contenido desheredado no sólo permanece en estado latente.
Más bien, trata de irrumpir en la conciencia.
De una u otra manera procura emerger, como la mugre barrida debajo de la alfombra sigue ensuciando, estorbando, quizás provocando mal olor, así el contenido desheredado va a reclamar por su porción de atención.
Esta pretensión implica que la persona deba ejercer energía con el fin de mantener la idea reprimida, lo que genera un mayor desequilibrio en el sistema de planos de la persona, un desgaste, un debilitamiento y empobrecimiento de la vida.
En ocasiones también se despliegan uno o más mecanismos de defensas con el fin de mantener a raya el contenido perturbador.
Esta lucha constante por reprimir lo que tememos, lo que nos desagrada, lo que deseamos pero nos parece terrible, lo inapropiado, esta guerra más nuestras defensas son a menudo la causa de los síntomas psicológicos.

Hay una manera mucho más eficiente para la gestión de ideas y sentimientos que nos resultan inaceptables.

El ser humano es un ser compuesto, formado por cinco plano de existencia: físico, emocional, social, mental y espiritual.
Sobre este aspecto no me extenderé ahora, pues he escrito en abundancia en ocasiones anteriores.
Esencialmente es la aleación de sus aspectos animales, humanos y espirituales.
En el cuerpo residen los deseos y los impulsos animales, que no son “malos” de por sí, pues son necesarios para la vida individual y de la especie.
Sin embargo, lo “malo” es cuando se exagera la importancia de estos impulsos, o se permite que sean estos los que controlen la existencia de la persona.
Pongamos algún ejemplo, que suelen permitir comprender mejor.
Comer es una necesidad esencial, pero la gula es una exacerbación enfermiza.
Disfrutar es parte de la naturaleza humana, que brinda bienestar, energiza, ayuda a socializar, etc., pero el hedonismo es una lapidación de los bienes que están a nuestro alcance y nos lleva hacia el declive.

Así pues, esa fuerza impulsora de la vida, nuestra esencia más baja, ha de ser empleada para los fines por los que fue creada.
La función del espíritu es dominar los impulsos y canalizar sus potencias hacia fines armónicos con las leyes objetivas universales.
Para esto se emplean numerosas herramientas, algunas de ellas radicadas en el plano mental, otras en el social e incluso en el emocional.
Con el concurso de estas herramientas y capitaneando la nave-vida ha de estar el plano espiritual, con el mapa que es la Torá, con las acciones enmarcadas por ella.
(Torá para judíos, Torá noájida para gentiles).
De esta forma, la ira puede ser convertida en intolerancia de la injusticia, la envidia puede ser dirigida a trabajar para alcanzar grandes alturas espirituales, etc.

A esto se le denomina “sublimación”.
Ya no se esconde lo sentido como terrible, sino que se lo ve directamente a los ojos, se admite su existencia, se lo ubica en el lugar que le corresponde y se usa su energía –así como la que está libre por no luchar para reprimirlo- para construir un mundo de armonía interna que repercute en un mundo de shalom.  

Cuando no se lucha contra los impulsos, sino que se les admite su existencia, pero la persona no se deja llevar por ellos, entonces no se configura una batalla, en la cual sí o sí es la persona la perdidosa.
Se comienza un proceso de auto conocimiento, de crecimiento, de desarrollo, de despojarse de lo nocivo para dejar lugar a lo bueno.
Se emplea la fuerza del adversario en el beneficio propio en lugar de desgastarse en rencillas destinadas al fracaso.
No hay razón para renegar de cualquier pensamiento o sentimiento, por el contrario, sé libre, sé consciente, sé valiente para darte cuenta de que hasta eso tan abominable ha pasado por tu cabeza y es lo que anhela tu corazón (es una metáfora).
No barras la mugre debajo de la alfombra, mejor ¡vela, recógela y recíclala!

Tiferet Israel en la Mishná (fin de Kidushin) cita un Midrash en el que se narra de un rey que al oír hablar de la grandeza de Moisés envió a sus artistas al campamento israelita en el desierto para hacer un dibujo del líder. Cuando regresaron los pintores, le dio la imagen a su fisonomistas, los sabios que eran capaces de describir el carácter de una persona por un estudio de su rostro. Éstos informaron que de esta imagen descubrían que se trataba de una persona narcisista, arrogante, lujuriosa y capaz de la peor clase de comportamiento. Todo esto le pareció al rey incongruente con lo que había oído acerca de Moisés, por lo que decidió ver por sí mismo al líder judío. Seguramente sus artistas habían retratado cualquier cosa y por ello el diagnóstico tan disparatado de los sabios fisonomistas.
Al encontrarse con Moisés, notó que el retrato era como una foto, hasta el más mínimo detalle habían capturado los dibujantes.
Así pues, preguntó a Moisés si le podía explicar que pasaba, para lo cual le contó toda la espantosa descripción que de él habían hecho.
Moshé respondió que los sabios habían dado precisamente en la tecla, pero que habían olvidado un aspecto no menor.
Todas esas facetas aborrecibles de Moshé eran innatas, había nacido con todos esos rasgos.
Sin embargo, los transformó a todos por medio de canalizarlos hacia metas positivas y afines al plano espiritual.

Tenemos la fuerza y la capacidad de dominio sobre nuestro comportamiento, »Es muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón para llevarla a cabo.».

Puedes permanecer “confortable” en tu pequeña celda mental, puedes seguir inventando mil y una excusas, jugar contigo mismo, olvidarte de quien eres, disfrazarte de lo que no eres.
Puedes luchar contra impulsos que niegas, que temes, que te aterrorizan.
Puedes vivir en huida de ti toda la vida, y luego de ella –tal vez-.
O puedes comenzar a cambiar la pisada, a llevar las riendas de tu destino.
Puedes atreverte a controlar aquello que está a tu alcance y dejar de angustiarte por aquello que no puedes controlar.
Puedes disfrutar de la vida sanamente.
Puedes admitir tus errores, pero no para caer en el pozo de la autocompasión ni en el de la autoflagelación, sino para que a partir de tus errores te impulses hacia metas mucho más elevadas.

Tu cuerpo es bueno, tus deseos también.
Tienes el potencial para alcanzar alturas que ni siquiera sueñas.
Depende en buena medida de ti.

Puedes negarlo, o puedes elevarte gracias a ello.

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