Decisiones para tomar

¿Que decisión tomar?

Se presentan dos o más alternativas, entonces uno no sabe qué escoger.
Porque se evalúa cuáles serían las pérdidas de seguir un camino en lugar del otro, pero al mismo tiempo se deja de percibir una ventaja por no recorrerlo.
Además no se puede estar seguro, ¿quién sabe si realmente lo que uno decide es lo mejor?
Suele pasar, por ejemplo, que se estuvo dando vueltas y más vueltas para comprar un determinado producto –supongamos que oneroso-, se cotejaron precios, garantía, alternativas, provecho, desventajas, hasta que tras mucho jaleo se compró. Al salir de la tienda uno descubre que en el comercio de al lado el mismo producto, exactamente el mismo en todo, está a un 20% menos. Entonces, uno se queja, como si no hubiera analizado dubitativamente el asunto con anterioridad. O, tal vez, como si existiera un destino absurdo que busca jactarse de la persona y ridiculizarlo amargamente.

En ocasiones uno se va inventando opciones allí en donde no existen y, de hecho, son innecesarias.
Convengamos que es maravilloso tener la capacidad de generar opciones constructivas, no aferrarse a dogmas ni ser cerrado de cabeza (siempre y cuando con esto no se lacere un orden que debe mantenerse).
Pero, emplear este poder creador para inventar complicaciones… ¿es saludable?
Entonces, uno piensa, repiensa, plantea, replantea, decida pero da marcha atrás, al fin escoge para no actuar.
Uno se paraliza ante la duda ingrata.
Porque, dudar es genial, siempre y cuando sirva para mejorar la vida y el entorno.
Pero, cuando la duda es una herramientas para la parálisis, el bloqueo, la ceguera, el encierro en la celdita mental, entonces esa no es una duda provechosa, sino una estrategia empobrecedora.

Así pues, ¿qué decisión tomar?
¡Alguna, aquella que tras un profundo y medido análisis uno considere la mejor!
Se deberá tomar en cuenta cada una de las cinco dimensiones de la persona, cotejando que la elección no trastoque alguna de sus bases. En caso de hacerlo, que el riesgo tienda a minimizarse, porque no siempre es posible obtener lo que uno desea.

Entonces, evaluar y decidir.
Te aconsejo imaginarte como un poderoso barco.
Al timón deberías dejar a la razón, mientras que el sentimiento es el motor. El capitán es tu esencia espiritual, en tanto que tu cuerpo es la nave en sí misma. Lo social son las relaciones entre los mandos y los pasajeros, así como la que se da con otras embarcaciones.
Para que el barco, que eres tú, llegue a buen puerto, el capitán debe trazar el rumbo, el timonel evaluar la ruta para evitar problemas, mientras que el motor impulsa la nave.

Uno es responsable por su decisión y por lo que hace –y a veces por lo que deja de hacer-, pero no puede ser responsable por el resto.
Uno controla bien poquito, y es ese poquito que uno debe aprender a controlar y amar hacerlo.
El resto, no está bajo nuestro control.
No se controla el resultado, así como no se dominan los múltiples componentes de la ecuación que representa una decisión.

Así pues, escoger lo mejor si es posible, hacer cada uno su parte esmeradamente, pero no esperar que el resultado sea siempre acorde a lo que uno planificó.
Si fue una decisión tomada con madurez, compromiso, responsabilidad, inteligencia, conocimiento, respeto, entonces no tiene sentido cualquier sentimiento de culpa o pena.
Claro que podrá surgir la queja, por ello uno debe estar seguro de lo que controla y hacer lo mejor que se puede hacer.

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Dianagv521426

Ya tomé la decisión y controlare lo mio… me dejare fluir y tratare de hacer lo mejor posible! Gracias!

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