Una vez, un rabino estaba caminando por el campo cuando vio a un hombre que estaba muy preocupado y agitado. Le preguntó al hombre qué le pasaba y él le respondió que tenía muchos problemas y no sabía cómo resolverlos. El rabino le preguntó: «¿Cuánto tiempo has estado preocupado por estos problemas?».
El hombre le dijo que llevaba días pensando en ellos sin parar.
Entonces, el rabino le dijo: «¿Sabes qué te pasará si sigues preocupándote de esta manera? Acabarás enfermando y no podrás resolver nada. Lo mejor que puedes hacer es intentar poner las cosas en perspectiva y recordar que, aunque algunos problemas pueden parecer importantes en el momento, no son tan graves a largo plazo. También debes tratar de aceptar lo que no puedes cambiar y concentrarte en lo que sí puedes hacer para resolver tus problemas».
El hombre escuchó con atención al rabino y, a pesar de que al principio le costó mucho, finalmente logró liberarse de su preocupación y se sintió mucho mejor.
La preocupación es una emoción negativa que afecta la claridad del pensamiento y nos llena de dudas y miedo. Puede ser destructiva y agotar nuestra energía, además de tener repercusiones en nuestro cuerpo y en nuestras relaciones sociales.
Aunque parezca lógico no dejarnos aprisionar por la preocupación, a veces parece que no tenemos el control de nuestros pensamientos.
Una forma de liberarnos de la preocupación es ocuparnos en resolver los problemas que nos preocupan y, si no es posible, aceptar que no podemos controlar todo y dejar de darle vueltas a pensamientos estériles.
Una técnica para dejar de preocuparnos es enfocarnos en el presente, tomar conciencia de lo que estamos haciendo y sintiendo en ese momento y no escapar hacia el pasado o el futuro.
También podemos intentar poner las cosas en perspectiva y recordar que, aunque algunos problemas pueden parecer importantes en el momento, no son tan graves a largo plazo.
Además, no enfrascarnos en pensamientos de aquello que no deseamos. Ni para pensar en ello, ni para proponernos no pensar en ello. Porque si estamos con la mente agobiada por X, no nos liberamos de X. Y, si estamos luchando esforzadamente por no pensar en X, estamos realmente pensando en ese no deseado X.
Finalmente, podemos tratar de cultivar una actitud de aceptación y dejar de luchar contra lo que no podemos cambiar.
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