Todos tenemos a un criticón en nosotros.
Es parte del funcionamiento del EGO, en su tarea oscura de hacer sentir la impotencia pero hacerte creer todopoderoso (o nada poderoso).
En la impotencia, uno se queja, reclama, aburre con sus gemidos y descontentas protestas. Todo esto es un derivado del llanto inicial, una herramienta del impotente para procurar manipular a otros y sobrevivir. Y funciona, claro que funciona.
Como siempre para nuestro trato con el EGO, la cuestión es no dejarlo tomar el control. Porque cuando eso pasa, se pierde el norte, se vive en desgracia, se trata de desgraciar a otros.
Trabaja sobre ti mismo, conócete, ámate, cuídate, así podrás conocer, amar, cuidar a otros. Así podrás servir realmente a Dios y no a los dioses de las religiones.
Trabaja en ti, porque ahí empieza el trabajo de construcción de shalom.