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Rosh haShaná, como se suele llamar a los dos primeros días del mes de Tishrei, se considera el comienzo del año hebreo.
En verdad es el inicio del año universal (humano), pues es el cumpleaños de la humanidad.
Celebramos el nacimiento de Adam, aquel ser primario que es la raíz de todas las personas.
Aquella criatura muy parecida a nosotros, pero al mismo tiempo diferente.
El primer ser, que no era varón, sino macho y hembra, que no era solamente biológico, sino que principalmente era NESHAMÁ, es decir, espíritu de Dios.
Por tanto, celebramos a cada ser humano en Rosh haShaná, no a uno en especial, ni tampoco es una fiesta particular del pueblo judío, si bien nos ha dado a los judíos algunas reglas específicas para nosotros para conmemorar este sagrado día.
Como todo cumpleaños que esté conectado con la trascendencia, es un momento para evaluar el año que pasó pero muy especialmente poner la mente y el corazón en planificar y comprometerse con un año que vendrá.
Esa es la idea del juicio individual en el Iom haDin, que es uno de los nombres menos famosos pero más cargado de importancia de la fecha.
Iom haDin, es decir, el Día del Juicio.
Según la Tradición Dios está en su faceta de Juez, por lo cual pasamos cada ser humano por delante de su trono y somos juzgados, cada uno recibe su sentencia. Los judíos, por tener una mochila mucho más pesada que cargar y multitud de reglas que no tienen los hermanos gentiles, reciben su veredicto en Iom Kipur. Porque, a más responsabilidades, mayor posibilidad de errores, y por tanto más minucioso es el juicio y más grave la consecuencia.
En resumen, celebremos el nuevo año de cada uno de nosotros, pero no olvidemos que es necesario comprometerse con los cambios para bien, pues esto es la esencia y el sentido de esta fecha tan importante.
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