Leer la frase de póster (“No os entristezcáis, porque el gozo del Eterno es vuestra fortaleza”) puede provocarnos toda clase de sensaciones gloriosas emocionales.
Pues, podríamos quedar atrapados por la creencia de que “el gozo del Eterno” es una especie de bálsamo de fe, un arrebato místico, una llama devoradora de pasiones sobrenaturales, un ciclón anímico que nos eleva hacia los Cielos en mérito a la buena onda puesta en el gozo sagrado.
Porque, sabemos que hay muchísima gente que vive así: negando al mundo material para aferrarse con desesperación a sus fantasías de poder maravilloso. Gente que afirma con el fanatismo y ceguera de la fe que el mal no existe, que solamente Dios es el que hace, que de Dios exclusivamente son los juicios, que la tristeza es demostración de falta de presencia de Dios en la vida. La misma que repite automáticamente que todo lo que pertenece a este mundo es aborrecible, porque es fruto del pecado y lo que produce el pecado. Las mismas personas que niegan su dolor, rechazan tomar conciencia de su sufrimiento, escapan despavoridas de admitir su fracaso ante la impotencia; porque si les duele, su sufren, si admiten su impotencia es igual a negar a Dios en sus vidas.
Pareciera que dice algo así el póster, ¿no es cierto?
Porque, si leemos y entendemos correctamente la frase pide que no permitamos a la tristeza acaparar nuestra atención, ya que estamos perdiendo de vista que poseemos fortaleza, es decir que no somos esclavos de la impotencia.
¿Y cuál es esa fuerza para derrotar a la tristeza?
Nuestro vigor proviene de el “gozo del Eterno”.
Así que, podemos reconocer entonces que todo lo que esa gente proclama tiene un asiento en el Tanaj (“bíblico”), por lo menos en lo dicho por Ezrá/Esdrás y Nejemiá/Nehemías. ¿No es así?
Y lo cierto es que en verdad NO ES ASÍ.
Simplemente hay que leer el versículo completo, sin querer hacer entrar a la fuerza el preconcepto:
«Luego les dijo: –Id, comed ricos manjares, bebed bebidas dulces y enviad porciones a los que no tienen nada preparado, porque éste es un día santo para nuestro Señor. No os entristezcáis, porque el gozo del Eterno es vuestra fortaleza.»
(Nejemiá/Nehemías 8:10)
De repente se derrumba la enorme torre de Babel emocional y mística que se había levantado aquí.
Los líderes del pueblo, los esclarecidos maestros de la Verdad estaban declarando algo completamente diferente a lo dicho más arriba.
Veamos muy bien.
Se pide que la gente que estaba reunida allí con ellos, aquel día de Rosh haShaná, vayan a sus hogares a disfrutar de la sabrosa comida (con carne de animal de ser posible), que estuviera sazonada y fuera un deleite para el paladar. Que no dejen de tomar bebidas que alegran el ánimo (vino, en moderadas porciones), o cualquier otra bebida que existiera en aquella época y que pudiera ser dulce y festiva (jugos, licuados, agua endulzada con jarabes o miel) como las gaseosas de estos tiempos.
Y les instan a tomar en consideración a la gente sin recursos para tales festines, o que no tuvieran todo dispuesto por otros motivos (halájicos, por ejemplo), para que no queden sin los elementos gastronómicos para endulzar y sazonar la celebración.
Pues, en un segundo se pasa de un mundo de fantasías religiosas a uno de placeres 100% terrenales, que resultan ser los verdaderamente trascendentales.
¿Entendiste?
Lo que conectó a la persona con lo trascendente es algo tan básico como gozar de la comida y la bebida, en buena medida, en estupenda preparación, elaborada para el disfrute sensorial.
Por supuesto que siendo solidarios con el prójimo, pero no meramente como un mandato moral o un llamado ético, sino porque es necesario que el deleite sea compartido para que tenga mejor sabor. Que nadie tenga la conciencia intranquila por tener al lado gente que sufre de hambre o sed, o que no cuenta con los elementos materiales para festejar con sus paladares y entrañas.
Compartir lo bueno solamente tiene un resultado: incrementar lo bueno.
Uno no se empobrece por alegrar al prójimo, con buena onda pero también con lo material que el otro precisa y no nos daña.
Uno se enriquece si recuerda que sitios de enseñanza espiritual (belev.me, serjudio.com, por ejemplo) no solamente agradecen tus buenos deseos y bendiciones, sino también el dinero que así posible continuar trabajando para traer la LUZ del Eterno a nuestras vidas.
Porque este es el mensaje realmente espiritual, el que se apoya en lo material; el que no reniega de los inconvenientes ni se hace sordo al sufrimiento.
El que no espera magia, sino que construye un mundo mejor para sí mismo y para el prójimo.
El que comprende que la santidad del día no se encuentra en encerrarse en delirios místicos o privaciones corporales, sino en hacer caso a la Voluntad de Dios y por ello mismo estar gozando de Sus cosas materiales.
ÉSTE ES el “gozo del Eterno”.
Tomar lo que nos corresponde y es permitido del mundo y convertirlo en motivo de sano placer y de conexión con Él.
Al actuar así, es que estamos siendo poderosos por obra de Dios.
Así pues, cuando sea tiempo de llorar, llora.
Cuando sea de ayunar, ayuna.
Cuando sea de rezar, reza.
Pero ríe, come y haz tu parte en este mundo.
https://belev.me/2018/09/08/el-gozo-de-dios/