El individualismo está en crecimiento.
Algunos se lo pueden atribuir a la pandemia, y sí, es correcto, en parte ayudó y propició a que la gente dejará de interactuar, de relacionarse, de fomentar vínculos.
También es notorio el papel de la tecnología, de paradójicamente, la comunicación; pues ha facilitado que nos escondamos en nuestras cuevas, dejemos de encontrarnos, precisemos el diálogo directo, etc. Ahora con la pantallita podemos hacer lo que antes era menester presentarse a realizar en personas, lo cual nos encierra más y más, nos aparta más y más.
Pero están aquellos que lo hacen para escapar del mundo que sienten cruel, que los agobia. Por ahí se sienten más seguros solos, sin tener que ponerse en evidencia, sin jugársela, en el anonimato de las redes sociales, sin intervenir en disputas dando opiniones que pueden ser contradichas,
Estarán los que han sufrido por la mala compañía y se sienten que no precisan de otros, que es mejor el aburrimiento, la soledad, el no saber qué hacer con el tiempo a volver a tener que mantener una relación ficticia con gente que no los quiere y no son queridas.
La individualidad no permite el crecimiento, o al menos lo retrasa.
Si bien es cierto que pudiera haber filósofos que en la soledad encuentran su fermento para divagar, por regla general es en el intercambio, en la interacción, en la diversidad, en la divergencia, en el roce, donde podemos promover la fertilidad.
Es bueno el rato de soledad, de valorar la compañía de sí mismo.
Pero solo un rato.
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