El grito que no deja hablar

No sé cuando se puso de moda, pero no fue hace mucho, esta forma poco noble de hacerse la víctima por todo, gritar dolorosamente por cada cosita, proclamar a viva voz acerca de los propios derechos mientras se cancela el derecho del que opina diferente a hacerlo.
Estamos atravesando una época de inquisidores que no se ponen en el rol del victimario, sino de la eterna víctima.
El grito desenfrenado, el aullido salvaje, la pretenciosa postura de filósofo de boliche de barrio, el odio en la mirada… todo junto.
Y se notan los hilos de marioneta por detrás, de aquellos que política y económicamente sacan ventajas de todo esto.
Antes, esos mismos titiriteros, venían con el cuento lloroso de los pobres contra los ricos, de los del sur contra el norte, de los obreros contra los dueños y así iban saltando de grupos en grupos, para hacer de las víctimas de la injusticia más víctimas; o, para hacer de gente sin problemas reales, gente absolutamente hundida en confusiones y problemas.
Hoy toca soportar varios victimizados compulsivos, que le quitan la verdadera gravedad a aquellos que realmente padecen injusticia y que ameritan ser apoyados urgentemente para que mejoren su existencia. Pero, las automarginadas bestias sufridas que levantan carteles defendiendo derechos equívocos, no permiten que los verdaderos sufrientes sean consolados y promovidos a una vida de justa equidad.
Por ahí y por aquí andan reclamando y siendo totalitarios, los chiques de cristal, que cualquier cosita los quiebra pero con perversión y fuerza bruta hacen callar a los demás y rompen hasta los lazos más tiernos y sagrados.
Los totalitarios que dicen representan a la alternativa, a la diversidad, a la equidad; pero solo son portadores de panfletos ideológicos de pensamiento único. Discursos cerrados y esclavizantes. Actitudes patoteriles y rencillosas. Con la mente calada por ideas perturbadoras, pero que les permiten justificar su poco apego al esfuerzo, a la responsabilidad, al compromiso, al verdadero cambio para la paz.
Cansan con sus pesadas disertaciones, huecas de sentido y contenido, pero llenas de ideología y violencia, claro que encubiertas en consignas que dicen buscar un mejor mundo.

Es hora de aprender a amar el silencio, el pensamiento, los límites, la conversación con contenido, el respeto al sentimiento del otro, el aprecio por la diversidad de ideas aunque no nos gusten, la defensa de los que en verdad sufren, el aliento para los que precisan salir adelante.
Es necesario limpiar la basura que está saturando el Sistema de Creencias, que impone restricciones sin sentido aunque se escuda en una o dos cositas que realmente tienen importancia y son necesarias.
Es preciso salir de la celdita mental, para poder pensar y construir SHALOM.

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